Acababa de aceptar que mi vida sería de lo más normal cuando empezaron a suceder cosas extraordinarias.

El estreno de la película de Tim Burton ha dado un impulso a la muy peculiar obra de Ransom Riggs “El hogar de Miss Peregrine para niños peculiares”, erróneamente comparada por quienes no la han leído con el universo de Harry Potter y similares. Y no ayuda a deshacer el equívoco la reduccionista versión cinematográfica, que se deja en el tintero muchas de las buenas y originales ideas del texto literario, sembrado de fotografías sorprendentes muy, pero que muy inquietantes. Con la prosa sugerente de Riggs, su capacidad para construir escenas relampagueantes y los vericuetos paranormales por los que se deslizan sus inesperados personajes, tanto la primera entrega como su segunda parte, La ciudad desolada, proponen un inteligente y nada previsible entretenimiento para jóvenes (a partir de los 14 años) y adultos en un viaje zigzageante de aventuras, conflictos y aprendizajes.

En realidad, Riggs no se planteó una novela. Pretendía hacer un libro ilustrado con fotografías asombrosas que coleccionaba, pero un editor le convenció de que ahí podía encontrarse una historia. Y vaya si la encontró. Riggs necesitaba más imágenes y se dedicó a buscar en los archivos de otros coleccionistas para aumentar su banco de instantes extraños en evocador y avejentado blanco y negro, y en esa búsqueda surgió la idea central.

Jacob Portman tiene 16 años. Una edad difícil, sí. Ha crecido escuchando las increíbles historias de su abuelo sobre niños extraordinarios y lugares fuera de lo común. “Había una chica que podía volar, un muchacho que tenía abejas viviendo en su interior, unos hermanos, chico y chica, que podían levantar cantos rodados por encima de sus cabezas”. ¿Imaginación desbocada del anciano? ¿Bromas tal vez para impresionar al niño? Nada de eso: “¡Tengo fotografías!”. Cuando el abuelo muere en violentas circunstancias (“encuentra el pájaro. En el bucle. En el otro lado de la tumba del viejo. Tres de septiembre de 1940”), el nieto se embarca en un viaje que le lleva al orfanato donde vivía su abuelo junto a otros niños peculiares, y que encuentra convertido en ruinas. Jacob conoce a una chica que domina el fuego (un cambio notable respecto a la película, en la que puede flotar y usa zapatos de plomo para poder caminar) y a un muchacho invisible. Pero las sorpresas solo acaban de empezar porque de ahí pasamos a un bucle temporal que nos deja amarrados al 3 de septiembre de 1943. Y allí conoceremos a Miss Peregrine y el resto de niños peculiares con sus extraordinarias habilidades. Bajo la apariencia de novela de aventuras y fantasía palpita el gran viaje de un protagonista en busca de sí mismo dentro de un paisaje confuso y amenazador, enfrentado tanto a sus propios miedos como a los engaños que esperan ahí fuera a medida que creces. Y en el pasado, vivido o imaginado, hay muchas respuestas a las grandes cuestiones del presente.

En “La ciudad desolada”, el escenario pasa a ser el Londres que sobrevive bajo los constantes bombardeos de la aviación nazi, un escenario perfecto para que Jacob y el resto de niños peculiares vivan nuevas aventuras fantásticas y terroríficas que les obligarán a demostrar tanto su valor como su habilidad para sacar provecho a sus “cualidades” en su enfrentamiento contra unos enemigos sanguinarios de muy variado pelaje. La trilogía se cerrará en pocas semanas con “La biblioteca de almas”, ambientada en la época victoriana. Y promete emociones fuertes.