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Semana y media

Andrés Castaño

El hundimiento

Lunes

LA LEY DE LA CALLE

Leo una noticia indignante: «Brutal agresión a un joven en Inglaterra por hablar español». Al instante acuden a mi mente la Armada Invencible y el «brexit», los internados lúgubres y las frituras con mantequilla. Consulto el video de la afrenta: una pareja está hablando en la calle; un peatón pasa junto a ellos y gira repentinamente la cabeza; se agacha para recoger algo que parece un tablón y propina un golpe descomunal al muchacho; aparece un grupo de cinco o seis personas que se abalanzan sobre el individuo derribándolo. Fin de la grabación. Supuse que los justicieros eran excursionistas españoles devotos del «a mí, la Legión», pero mi hipótesis fue desmentida por un anexo de la noticia: eran vecinos de Bournemouth, el lugar de autos. Admito que una reacción ciudadana tan intachable no es habitual aquí cuando coinciden neonazis y subsaharianos en un vagón del metro. Bien, tal vez los ingleses se limitaron a defenderse de la Armada, ni el más desquiciado partidario del «brexit» se plantearía rodear el parlamento y, por otra parte, la mantequilla es un sucedáneo inmejorable del aceite de oliva.

Martes

PAZ DE CEMENTERIO

Un tertuliano ha diagnosticado al PSOE con una frase del argot deportivo, «las espadas están en todo lo alto», que alude a los enfrentamientos en que ambos contendientes se desempeñan impetuosamente con pronóstico incierto. Aunque la expresión mezcla lo taurino («poner la espada por todo a lo alto») con lo militar («estar con las espadas en alto»), no hay duda de que la gestora del PSOE parece dispuesta a entrar a matar a los partidarios del «no» mientras que éstos se resisten a capitular y han iniciado las escaramuzas enarbolando la prohibición constitucional del mandato imperativo. Ignoro qué tienen que ver la disciplina de voto de un grupo parlamentario que garantice su cohesión con la pérdida del acta de diputado de quienes incumplan un cuasi contrato con los electores, que eso es en última instancia el mandato imperativo. Toda esta algarabía dramática culmina cuando un bando compara al otro con Donald Trump por negarse a aceptar las decisiones de los órganos del partido y el segundo acusa al primero de traicionar a los votantes. Ay de los vencidos.

Miércoles

A CORAZÓN ABIERTO

Los diputados del PP han recibido a Rajoy con aplausos, como la Maestranza a Curro antes de que la faena degenere en almohadillazos, y este homenaje anticipado tenía inevitablemente cierto aire de chulería vengativa que ha debido de flagelar el alma de los 84 diputados del PSOE. Consciente de ello pero también de su propia fragilidad, el candidato no ha dicho nada memorable excepto que él y su partido están sacrificándose por España. La cámara ha enfocado entonces a los diputados del PP, un grupo de mártires risueños, y la sensación dominante ha sido la de comedia zarzuelera. Han tenido mayor enjundia, por el matiz humano, las declaraciones de la portavoz socialista tras el discurso del presidente. Apenas podía disimular una poco recomendable mezcla de ira y desprecio, un sentimiento casi colectivo en el PSOE que es producto de haber interiorizado hasta la irracionalidad la confrontación derecha-izquierda. Esto convierte una abstención forzada por las circunstancias en un trauma con episodios de agresividad inimaginables en un socialdemócrata alemán refiriéndose a Merkel. Eduardo Madina lo ha verbalizado esta mañana: «El PSOE crujirá vivo a Rajoy».

Jueves

LA CRUZ

Es francamente exótico que la presencia del candidato en una sesión de investidura sea superflua. Antonio Hernando, portavoz socialista, ha pronunciado el discurso del marido a quien su mujer sorprende con los calzones a media asta en el dormitorio de la criada y balbucea «puedo explicarlo». Aunque Hernando es un parlamentario robusto, algunas proezas rebasan los límites de lo humano. Más que replicarle, Rajoy le ha mostrado sus condolencias. Tampoco ha debido esforzarse con Pablo Iglesias, cuyo objetivo era el PSOE y no el candidato. Esencialmente, su discurso ha sido una arenga de asamblea universitaria casposa salpimentada con exabruptos sobre «delincuentes potenciales» (o sea, toda la humanidad) y melonadas insignes a cuenta de la Cruz de Borgoña, que no sé si Rivera conoce por Google aunque lo que Iglesias ha dicho de ella parece sacado de «El jueves». Era tan estruendosa su pretensión exclusiva de arrinconar al PSOE que ni siquiera ha vociferado sobre la suspensión de las reválidas o la sentencia del Tribunal Supremo que anula el «bono social» del recibo de la luz. Se comprende que Rajoy ande encantado con él.

Viernes

A LA VISTA

Hoy se habla intensamente de una epidemia de payasos gamberros, del cambio horario y de Pedro Sánchez. La noticia más importante es la última, no por lo que atañe al interesado sino al PSOE. Pedro Sánchez puede desobedecer al comité federal con un «no» que desencadenaría la guerra civil, ausentarse por renuncia al escaño o inaplazable visita al dentista, abstenerse imitando la metamorfosis jurásica de Hernando o votar «no» para renunciar a continuación. Es irrelevante qué hagan Elorza, Margarita Robles, Patxi López o los diputados del PSC, pero la decisión de Sánchez determinará si el PSOE se hunde en la refriega durante una legislatura previsiblemente breve o sufre una crisis pasajera de liderazgo. Esta incertidumbre está generando un temor justificado entre los nuevos mandarines del partido, similar a la que provocan los payasos. No es pánico irracional a ellos, sino pánico racional a la llave inglesa con que amenazan a peatones y conductores. Los pasajeros del Titanic no padecían hidrofobia: sencillamente, estaban naufragando. Bien, el PSOE aproa mañana su iceberg.

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