Les voy a hablar un poco de física cuántica. Tranquilos, no se asusten, mantengan la calma y respiren lenta y profundamente. Seré muy breve. Allá vamos.

Sin duda alguna, el experimento más popular de este campo del saber fue propuesto por el Premio Nobel de Física de 1933, un científico de origen austriaco y nacionalizado irlandés llamado Erwin Schrödinger. Quizás su nombre no les suene, pero sí conozcan a su mascota imaginaria: el gato de Schrödinger.

En realidad, tal experimento nunca se llegó a realizar, pero ejemplificaba de manera sencilla la extraña y poco intuitiva naturaleza del mundo cuántico, existente en escalas inferiores a la atómica. Fundamentalmente, consiste en introducir un gato en una caja totalmente cerrada, insonorizada y opaca, en la que también se aloja una botella llena de un gas letal y un pequeño artefacto que contiene una partícula radioactiva con una probabilidad de desintegración del 50%. Si la partícula se desintegra, la botella se rompe, el veneno se libera y el gato muere. En caso contrario, el gas permanece encapsulado y el gato continuaría vivito y coleando.

Pues bien, Schrödinger postulaba que no tenemos forma de saber qué pasa dentro de la caja hasta que no la abramos y observemos lo sucedido. Es decir, mientras la caja permanezca cerrada, el gato estará vivo y muerto al mismo tiempo, dado que ambas posibilidades son igualmente factibles. Una vez abierta la caja, esta superposición cuántica gatuna desaparecería, y el gato aparecería ante nuestros ojos vivo o muerto.

Las pasadas elecciones municipales trajeron un inesperado giro en lo que al futuro del Puente Rojo se refiere. Hace algo más de dos años me despedía de él en una tribuna publicada en este mismo diario, pero las últimas informaciones aparecidas en diversos medios me hacen ser algo más optimista.

Desde el actual equipo de gobierno se han dejado caer diversas alternativas, que van desde mantener el actual uso del puente hasta convertirlo en un mirador -bautizado por quien escribe como parqueducto en el referido artículo realizando una actuación similar a la realizada en el High Line de Nueva York. Otros colectivos y asociaciones siguen optando por su completa demolición, recogida en el documento del plan especial del sector OI/2 aprobado por el anterior equipo de gobierno.

Leo también que, al parecer y muy acertadamente desde mi punto de vista, se va a proponer un concurso de ideas para encontrar la solución más apropiada. Ahora bien, si queremos tener propuestas de calidad, no caigamos en la tentación de realizarlo a la carta, algo desgraciadamente muy habitual en este país. Atrevámonos a plantear un concurso de ideas verdaderamente transparente, abierto e internacional, sin limitaciones de ningún tipo, donde cualquier persona o equipo humano pueda realizar propuestas que sean consideradas en plano de igualdad. Atrevámonos a proponer un jurado independiente y de prestigio, que trate de conciliar las diferentes sensibilidades de todos y cada uno de los agentes implicados y esté capacitado para escoger la mejor solución, no sólo estética, sino también funcional y económicamente realizable. Atrevámonos a confiar en su criterio y a llevar a cabo la propuesta que resulte elegida.

Atrevámonos de una vez por todas a abrir la dichosa caja y ver en qué estado se encuentra finalmente nuestro particular Puente de Schrödinger.