Todos estaremos de acuerdo en que cultura y la educación son elementos sustanciales en una sociedad. Junto con la sanidad y la justicia son las piezas esenciales en la misma y los gobiernos deberían depositar su esfuerzo en mejorar las condiciones de estos tres pilares básicos de los que los ciudadanos deben disponer con claridad. Pero la educación ahora mismo es la más importante. Y lo aseguramos vista la situación de pérdida de valores que hay. De reacciones en las personas más propias de la Edad de Piedra. Aunque dudo mucho que por aquel entonces se hicieran, incluso, las atrocidades que hoy se ven que suceden a nuestro alrededor contadas por los medios de comunicación. Ni en esa edad ni en otra. Y eso que esta sociedad ha tenido épocas donde la barbarie ha impregnado de sangre las vidas de sus ciudadanos. Pero, ahora, junto a esa sangre que se sigue derramando en muchos casos existe también un dolor causado por la maldad de las personas hacia los demás. Lo comprobamos en el incremento de delitos específicos como los atentados a la libertad sexual, la violencia de género y doméstica y por otro lado los delitos económicos con personas que se aprovechan de la buena fe de los demás para con engañó perjudicar el patrimonio de los demás. Ante esto, la sociedad y el sistema también deben responder. Bien con las medidas educadoras antes de estos hechos, o bien de medidas posteriores o reeducadoras. Pero, sobre todo, habría que evitar tener que recurrir a medidas reeducadoras si nos podemos anticipar y fomentar las de educación, bien en la escuela, o dando una vuelta de tuerca mediante políticas gubernamentales dirigidas a distribuir mensajes de educación y respeto. Porque si hubo una época en la que el terrorismo fue un grave problema en nuestra sociedad, y que se llevó nada menos que a 800 personas inocentes en España que hoy ya no están con nosotros, ahora mismo la educación es nuestro principal problema. Y existen muchas citas de autores que nos lo recuerdan. Así, Concepción Arenal nos apunta que la sociedad paga bien caro el abandono en que deja a sus hijos, como todos los padres que no educan a sus hijos. El problema en este último punto es cuando a los hijos los educan bien y de repente compruebas que estos se decantan por el camino de la pérdida de valores y los incumplimientos, pese a haber recibido las enseñanzas del cumplimiento de las normas y a los demás. Esto es lo grave. La cuestión en este último punto nos lleva a plantearnos si esta desatención por algunas personas a las enseñanzas educativas adecuadas que han recibido se ven impregnadas del efecto-contagio de la sociedad, o hubieran reaccionado igual en otra situación, debiendo llegar a una conclusión de que la epidemia del incumplimiento de las normas es evidente en la actualidad, lo que conlleva que incluso algunos de los que han vivido ante patrones de educación y valores se desmarcan de ellos si comprueban que la tónica general no es la de respeto, sino la del incumplimiento. Quizás es que resulte más sencillo aprender y aplicar lo que es malo y resulte más difícil asumir lo que es correcto. Y es la verdad. Incumplir es fácil. No respetar las normas también lo es. Incluso hasta es beneficioso para los incumplidores, ya que no conlleva ningún sacrificio hacerlo, e incluso es más fácil, porque respetar las costumbres y las normas a veces conlleva tener que adoptar medidas restrictivas. Y hacer lo que es correcto no le gusta a todo el mundo. La extensión del fenómeno del incumplimiento viene por la ausencia de la educación suficiente y porque la extensión de este grado de incumplimiento llega a hacer casi ineficaz las reducidas políticas públicas o privadas que traten de fomentar la cultura de la educación. Confucio decía que la naturaleza hace que los hombres nos parezcamos unos a otros y nos juntemos; la educación hace que seamos diferentes y que nos alejemos, porque ahora se puede decir que hay un corte entre quienes han olvidado la educación y el respeto a las normas y a cumplir con tus obligaciones, si es que alguna vez la tuvieron, y aquellos otros que sí que asumen la convivencia con reglas y respeto sin que ello quiera decir que vivamos encorsetados, sino sabiendo lo que se puede hacer y lo que no. Ahora bien, cuando este primer sector incumple hay que poner en marcha políticas reeducadoras que permitan a los ciudadanos cambiar su orientación personal ante la vida y ante su forma de actuar y como dijo Víctor Hugo con el objetivo de abrir escuelas y cerrar prisiones.