Información

Información

Contenido exclusivo para suscriptores digitales

En pocas palabras

Llamadas invasivas

Ahora resulta que las llamadas telefónicas son «invasivas». Que es más «educado», más «contemporáneo», lo de mensajearse. Tecleando que es gerundio. Acabáramos. Quienes durante tantos años vivimos con desesperación las inasumibles tarifas de las conferencias (cualquier llamada larga a una provincia diferente a la de tu demarcación te salía por un ojo de la cara), soñando con la utopía que supondría tener en nuestras manos un aparato que nos permitiese llamar sin límite de tiempo, nos hemos encontrado, tres décadas después de anhelar aquella quimera, que ahora que es ello es posible, lo que nos fallan son los interlocutores. Que se han acostumbrado a darle al dedito, y que afrontan con una enorme pereza la comunicación verbal.

Ay, qué tiempos aquellos en los que cultivé tantas amistades en Caudete. ¿El motivo? Salía muy barato, porque podíamos hablar todo el rato que quisiéramos como si se tratase de una llamada local, al no estar adscrita esa población castellano-manchega al prefijo de Albacete, sino al de Alicante. Ay, qué tiempos aquellos en los que durante mis viajes por aquí y allá me amigué con más hijos de trabajadores de Telefónica de lo razonable. Por motivos obvios.

Y ahora que soy yo el que las puedo practicar, sin estar atado a un cable, junto a la orilla del mar; sin estar obligado a sujetar el auricular, con las manos completamente libres; sin límite de tiempo ni de geografía, sin cronómetros que valgan; ahora que sucede todo eso, resulta que somos nosotros quienes, con displicencia, cortamos secamente al amigo o conocido que osa saber cómo nos va con un anticlimático «llamabas por algo concreto; estoy ocupado». Claro que, bien pensado, a lo mejor el problema es únicamente mío. Por convertirme en un improvisado plasta de quienes no sienten tanta pulsión por contemporizar a toda costa.

Lo último en INF+

Compartir el artículo

stats