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Opinión

¿De crisis en crisis?

Parecía que estábamos superando la peor crisis económica que ha sufrido esta provincia en su historia y de pronto los indicadores económicos que nos insuflaban ánimos empiezan a dar señales de alarma. El clavo ardiendo al que nos habíamos agarrado para salir del agujero -las exportaciones- lleva desde principios de este año avisándonos de que las cosas no van bien, con significativas caídas de sectores para nosotros tan importantes como el calzado, el mármol y la agricultura, así como la congelación de ventas de otros no menos relevantes como el juguete. Si se analizan más en profundidad estas cifras, nos percatamos de que mercados para la economía alicantina de primer orden empiezan a desfallecer y a reclamar menos productos manufacturados de esta provincia y que si no fuera por la buena evolución del turismo, ya estaríamos metidos de lleno en otro drama.

Algunos dirán que la economía tiene estos ciclos y que se comporta como los dientes de una sierra, en un interminable subir y bajar marcado por la liquidez y el nivel de endeudamiento de empresas y particulares. No les falta razón, pero también es cierto que por estos lares, los de la millor terreta del mon, tampoco es que se pueda decir que estuviéramos de nuevo en la cresta de la ola con las cifras de paro que tenemos y el estado de postración en que aún se encuentra uno de nuestros principales generadores de PIB y mano de obra: la construcción. Así que, si la cosa no cambia, todo parece indicar que nos adentramos de lleno en otra recesión sin haber superado aún los efectos devastadores de la anterior.

La cuestión, entonces, es si debemos resignarnos a un nuevo periodo de vacas flacas o podemos hacer algo desde esta provincia, en una economía globalizada, para evitar que paguemos el más alto precio de entre todas las zonas industriales próximas o lejanas. Como posibilidad, cualquier economista, ya sea de los del bando del rigor presupuestario o de los de la estimulación vía inversión pública, es capaz de poner sobre la mesa un buen ramillete de propuestas. Pero la pregunta no es esa, lo que hay que dilucidar es si estamos en condiciones de ponerlas en práctica en esta provincia. Y es aquí donde, lamentablemente, la respuesta no da mucho espacio a la esperanza.

Vayamos por partes. Alicante siempre ha sido una provincia emprendedora, con unos empresarios sin miedo a coger la maleta y marchar allí donde fuera necesario para vender pares de zapatos, alfombras o mármol. Esa iniciativa la seguimos teniendo -a las pruebas me remito- pero este mundo globalizado no funciona como lo hacía en el último cuarto del siglo pasado y con el empuje individual no basta. Hace falta un plan, una dirección hacia la que ir y es aquí donde hacemos estrepitosamente aguas porque carecemos de las organizaciones que canalicen los impulsos individuales y los conviertan en una fuerza conjunta capaz de abrir puertas en mercados a los que ahora no llegamos o de mejorar nuestra marca en aquellos en los que ya estamos. Ni por la parte empresarial ni por la sindical encontramos colectivos con fuerza para ayudar a caminar hacia el futuro a la economía alicantina.

Qué les voy a decir que ya no sepan de Coepa y del papel de corifeos del poder que han jugado en más de dos décadas al amparo de las subvenciones y los coches oficiales. Y de los sindicatos, que a fuerza de buscar ayudas públicas para dar cursos de formación y lucrarse con ellos, hicieron mutis por el foro en su papel de representación de los trabajadores y en el de canalización de reivindicaciones y propuestas para salvar empleos.

No merece la pena ahondar en un tema sobre el que ya se ha escrito mucho y se ha dicho casi todo, pero sí que es necesario resaltar que esa deriva de patronos y sindicalistas hacia el becerro de oro es la que nos coloca ahora en una situación de coma profundo en cuanto a nuestra capacidad de marcar estrategias de futuro o defender las inversiones que precisa esta provincia para no perder competitividad.

Y por si lo anterior fuera poca desgracia, el cuadro termina por pintarse de negro si miramos hacia Valencia y pensamos qué es capaz de hacer por nosotros nuestro gobierno autonómico. Pues poco o nada, ya que la Generalitat se encuentra inmersa en su propia crisis, con unas finanzas deficitarias y con más deuda de la que puede pagar. Con que nos mantengan la sanidad, la educación y los servicios públicos esenciales ya podemos darnos con un canto en los dientes.

Antes de que me tachen de pesimista, les diré que, pese a que el futuro inmediato no pinta bien, eso no quiere decir que no tengamos posibilidades de hacer nada y que debamos sentarnos a contemplar cómo se desmorona todo a nuestro alrededor. Hay salida, pero para encontrarla, la casa debemos empezar a construirla por los cimientos, y es fundamental que se empiecen a dar los pasos precisos para recuperar capacidad de organización y de liderazgo. Ese camino comienza por que se echen a un lado todos los que hasta ahora han estado de manera directa o indirecta en el control de la patronal Coepa y por que las principales organizaciones sindicales recobren su capacidad de acción, adormecida de tanto dedicarse a ganar dinero. Es el momento de que la savia nueva entre a dirigir a los empresarios y de dar el papel relevante que se merece a los sindicatos. Hay que superar de una vez por todas conflictos que incluso bordean las cuestiones personales en la patronal y empezar a pensar más en futuro que en clave de conservación de la poltrona.

Ni voy a proponer nombres ni voy a señalar a culpables. De sobra son conocidos por todos. Basta una breve visita a la hemeroteca de este periódico. Son las propias organizaciones afectadas las que tienen que propiciar el cambio necesario, con la entrada de esos empresarios que empiezan a despuntar - y que están más en la onda de internet que del fax-, con la indispensable reorientación del trabajo de los sindicalistas para que con el impulso de ambos esta provincia empiece a recuperar el tiempo perdido.

Hay que desprenderse de una vez por todas de la mochila de mala gestión que nos lastra y comenzar a caminar juntos hacia un futuro que, con la fuerza, el empuje y la unión de todos, seguro que será prometedor para Alicante.

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