Información

Información

Contenido exclusivo para suscriptores digitales

La irrealidad y el desgobierno

El final del verano y de las vacaciones siempre es duro. Sostienen los expertos que puede afectar al estado de ánimo en general y a determinadas funciones vitales en particular. Reconozco que a mí lo que más me altera es el sueño. De hecho, en esta vigila post-vacacional he llegado a soñar que un país europeo del G-20 «liderado» por unos señores llamados Rajoy, Sánchez, Iglesias y Rivera consumía nueve meses desde que acudió a las urnas para la formación de gobierno, pero nada... No es no, se dicen entre sí mientras los tribunales encausan a ilustres dirigentes por presunta corrupción y el presidente en funciones intenta colar de rondón en el Banco Mundial a otro amiguete que dimitió como cargo público por mentir. ¡Qué cosas! Al mismo tiempo, en ese estado, o nación, o nación de naciones -porque tiene muchas dudas sobre su identidad- la economía iba bastante mejor sin nadie al volante: la venta de viviendas se disparaba con más de mil operaciones al día, el paro bajaba como nunca en verano, la compra de vehículos se mantenía al alza... Los sueños son caprichosos y recurrentes, de modo que en este duermevela confuso insistieron en la lacra del desgobierno. Así, me trasladaron a una capital mediterránea que se quiere puntera y busca alternativas a su decadente modelo de crecimiento -monocultivo de los bares, el comercio y el turismo residencial- y que lleva más de un año haciendo una cosa y la contraria con las aperturas en festivos: hoy se abre todo, mañana se decreta cierre general y pasado no se sabe... ¡Increíble! En esa misma ciudad también me pareció entrever que el gobierno local no sabía qué hacer con la inversión multimillonaria de una gran empresa sueca del mueble y que el ejecutivo tripartito estaba a punto de romperse, una y otra vez, por las constantes diferencias de criterio entre un tal Echávarri y su teórico socio Pavón. En medio del caos, las ratas de dos patas y la suciedad campan a sus anchas por el centro de esa capital mientras sus dirigentes se tiran los trastos a la cabeza por los veladores, el personal municipal y el retraso de las licencias, los graneles del Puerto... Sólo pude sacar en claro que en ese país imaginario el denominador común es la confrontación: si no hay gobierno, se enfrentan desde fuera; y si lo hay, desde dentro. ¡Qué pesadilla!

Lo último en INF+

Compartir el artículo

stats