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Hay menos violencia en el mundo

Es un asunto del que se pueden sacar lecciones para el momento que atravesamos.

Primero, por lo que se refiere a esa violencia organizada en forma de guerra que afecta a los Estados, peleando entre sí o enzarzándose en guerras civiles, hubo, sí, un pico en los años 90, pero desde entonces el número de tales eventos ha venido disminuyendo paulatinamente.

Guerra es una cosa, se dirá, y muertos en guerra es otra. Cierto. Pero la paradoja consiste en que el máximo de muertos por 100.000 habitantes en el campo de batalla se obtuvo en los años 40-50, es decir, en la monstruosa Guerra (llamada) Mundial y asimiladas, pero que fueron, básicamente, europeas o, si se prefiere, «occidentales» (sí, ya sé que el Eje incluía a países «orientales», pero eso no hace al caso).

¿Y el genocidio? ¿Ese espinoso tema que todavía reverbera por ejemplo en el parlamento alemán al tratar de los armenios bajo el imperio otomano? Pues la tasa más alta se obtuvo a mitad de los 90 y, a partir de ahí, han sido comparativamente inexistentes, con ligeros aumentos circunstanciales pero sin llegar a aquel nivel de muerte.

Esa es la violencia, digamos organizada (recuérdese cómo intervinieron los medios de comunicación -la Radio de las Mil Colinas en concreto- en el genocidio de los tutsis a mano de los hutus). ¿Qué hay de la «otra» violencia? Obviamente se trata del homicidio sin más y ahí, con una serie temporal más limitada, se pasa, siempre a escala mundial, de los 9 por 100.000 en el año 2000 a los 6 en el 2012.

Problema con los datos disponibles: es también el caso de las violaciones para las que no hay datos mundiales, pero sí para los Estados Unidos donde habría alcanzado un máximo, de nuevo en los repetidos años 90, para reducirse de forma constatable con posterioridad.

Para completarlo: ha aumentado, desde esos mismos años, el número de democracias en el mundo (la democracia es, entre otras cosas, un medio de resolver conflictos de manera no-violenta) como ha aumentado el número de países que han abolido la pena de muerte, violencia al fin y al cabo aunque pueda llamarse «asesinato judicial» o «violencia legal».

Para muchos, entre los que me incluyo, estos datos no coinciden con la opinión que extraemos de los medios (escritos, hablados y televisivos). La impresión que no podemos evitar es que la violencia aumenta o está aumentando. Es posible, pero entonces hay que revisar los datos para que encajen con nuestro prejuicio. Y es verdad que muchos de estos datos son problemáticos: cómo se definen (no hay acuerdo sobre qué clasificar como «guerra»), cómo se recogen (son estadísticas, es decir, vienen de los Estados y estos no siempre son de fiar, vista la tendencia a maquillar y manipular) y cómo se suman a veces peras con manzanas. Y en algunos casos, hasta el Banco Mundial los desmiente.

Pero démoslos como razonablemente buenos (ya se sabe que no hay nada perfecto). La cuestión, entonces, es la de explicar por qué los datos van por un lado y nuestra impresión por otro. Viene en nuestra ayuda Steven Pinker poniendo al día, en 2016, su libro Los ángeles que llevamos dentro de 2002 y de quien he tomado estos datos. Traduzco: «Si basas tus opiniones sobre el estado del mundo en lo que lees en las noticias, tus opiniones serán incorrectas. Pero no porque haya una especie de conspiración entre los periodistas para ocultar o distorsionar la verdad sino porque hay una interacción entre la naturaleza de las noticias -tratan de las cosas que suceden, particularmente de las malas- y la naturaleza del conocimiento humano». Sucede lo que llaman «sesgo de la disponibilidad», es decir, que el hecho de disponer de datos en una determinada dirección (hay violencia, está pasando y la estás viendo) hace que nos vengan a la mente cuando intentamos evaluar un riesgo. El riesgo de la violencia en este caso. Como bien sabían los viejos ilustrados, ver no es conocer. Y lo que vemos, si no lo sometemos a la criba del porcentaje y la tendencia, nos puede llevar a errores bastante de bulto. Yo he sido el primero en caer en ellos pero, de momento, no me he quedado atrapado en esa percepción. Sobre la violencia terrorista/yihadista, tal vez se dé el «availability bias» que se autorreproduce, y la abundancia de noticias sobre ella nos haga pensar que es el asunto más importante (casi único) en tal terreno. Volveré sobre el tema.

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