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Monipodio

Es vuesa merced, por ventura, ladrón? -pregunta Pedro Rincón a Diego Cortado.

-Sí -respondió él- para servir a Dios y a las buenas gentes, aunque no de los muy cursados, que todavía estoy en el año de noviciado.

En «Rinconete y Cortadillo» parece como si Cervantes hubiera hecho un viaje en el tiempo y hubiera transcrito punto por punto lo que se cuece en el solar patrio del siglo XXI. Lo que ocurre es que hoy, los Monipodios y sus pupilos son muchos y llevan de noviciado más de cuarenta años. Ahora los rufianes han cambiado el jubón y el embozo por trajes de Armani.

¡Válgame Dios, cómo anda el patio! (de Monipodio, sí) A Mariano, metido en amenes de investidura, le van cayendo una a una las bombas de racimo que él mismo dejó en el aire y por las que puso la mano en el fuego. «¡Rita, eres la mejor!», grita henchido de amor y se vuelve a su tierra a ejercer de mecano a brazo partido, que nunca se sabrá si Mariano corre caminando o camina corriendo, si va o si viene. Rita gasta maneras ciclópeas y a medida que pasa el tiempo y aguanta el tirón, va siendo más Fraga cuando la calle era suya, textualmente porque, por donde pasaba él no pasaba nadie más. Qué balanceo, oiga. Y vengan petardos, alharaca, pompa y risotadas que Valencia es mía, collons. Hoy, miércoles, mientras esto escribo, se está a la espera de su posible y aún probable dimisión. Yo no lo tengo claro aún. Demasiado dinosaurio para tan poco tirachinas. Menuda es Rita. Y en estas andamos cuando el mismo día, martes y trece, Bárcenas anuncia que retira la querella contra el PP por la destrucción de sus discos duros que, para mí tengo que allí había algo más que juegos del Minecraft. Dice que por proteger a Rosalía, su coima, otra pupila de Monipodio. Ejemplares comportamientos, vive Dios. Algo parecido pasa con Jaume Matas, ex presidente balear. La diferencia es que este confiesa, tira de la manta y no por jugar al paladín salva doncellas, sino en evitación de que vuelvan a ponerle el culo en el trullo. Bonito precedente. A partir de ahora, en rigor, cualquiera podría evitar la cárcel, sólo con una confesión. «Sí, señor juez, le pegué una puñalada trapera con mucho ensañamiento. ¿Me puedo ir ya?»

A Álvaro Lapuerta, extesorero del PP, le han librado del primer gran juicio de la Gürtel porque padece demencia sobrevenida. «Sí, señor juez, le partí el alma con un cuchillo jamonero con mucho ensañamiento y regodeo en el tripicallo. Me dio una demencia sobrevenida del copón y estaba to loco. ¿Me puedo ir ya?»

Son las cuatro y Rita aún no da señales de vida. Cogió el AVE para currar (un suponer) y se volvió a Valencia, a su casa, a husmear entre visillos. Eso es hoy España. Unos visillos descorridos por los que se mira de soslayo a ver qué pasa, a ver qué se cuece, a ver si vuelve Monipodio y nos dice qué hemos de hacer. Esto es lo que nos espera si la cordura no se impone, si los felones vuelven a tomar las riendas, si seguimos concediendo la patente de corso a los rufianes, a los que nos comen por sopas, a los que rescatan bancos con las pensiones de nuestros abuelos, con nuestra educación, con nuestros hospitales. Es hora ya de quemar los visillos, de desterrar a los tahúres, de plantar cara y de ondear la única bandera. La de la verdad. Rinconete y Cortadillo pasaron de roba uvas a ministros. Después de más de quinientos años, no hemos aprendido nada. ¡Rita, canta!

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