Madrid. Llevo un tiempo apostado en una esquina, que no haciendo la esquina. Él, desgarbado y sucio, está tumbado sobre una pequeña manta mulera. Su perrillo está dormido con la barriga hacia arriba recogiendo los últimos rayos de sol de este largo verano. Él sacó su bolsa que posiblemente habría recogido del santo Padre Ángel. Esa parroquia, la de San Antón, donde la gente que vive en la calle recala en busca de un alimento material y espiritual. Toda esa gente abandonada a su suerte mientras Madrid camina hacia otro lado. El sacó esa bolsa de comida y, como si de un restaurante de lujo fuese, lo ordenó por colores y tamaños. Muy metódico. Abrió el pan con cuidadoso esmero para que las sensaciones dactilares hicieran del pan el sustento de un ser. Lo dejó abierto boca arriba, tal como su perrillo. Untó con una bolsita de aceite toda la superficie y colocó la mortadela muy organizada sobre ese bocadillo dibujando un bodegón renacentista, muy realista.

Cogió su cerveza y la abrió, mientras observaba a su cachorrillo retozar. Y entonces empezó a comer mientras miraba a todos los viandantes como el que se sienta en un cine para el estreno de una superproducción. Comió pausadamente, con sus piernas entrelazadas. El perrillo se incorporó en busca de un cariño manual y algún trocillo de ese manjar. El hizo eso, lo abrazó primero, y le cortó un cacho después, asegurándose de que llevara dentro un poco de chicha. Batió el rabo el can sabiéndose querido, como agradeciendo que en la vida alguien se hubiera preocupado de él. Aquel que a nadie tenía, se ocupaba de un perro abandonado, para que el perro no sintiera lo que él había sentido. Todo eso pasaba en Madrid, esta misma semana.

Madrid. Llego en el AVE y todo lo que he estado visionando en internet es el teatrillo callejero que ha protagonizado esa Rita valenciana y su partido. Un PP que ya está en modo mafia. Que ya ha entendido que a los suyos los deja caer pero no los entierra. Total si las urnas los avalan. El robo, el latrocinio, no pasa toda la factura que parece. Silencio, que ya escampará, a las órdenes de un Rajoy que sabe que aguantar es ganar. Aunque la gente esté reventada. Algún día eso cambiará, pero hoy no es noticia que se quede Rita con su escaño.

Lo verdaderamente noticiable es el por qué se queda. No es por el aforamiento, que incluso puede jugar en contra de ella. Es por la pasta. Como jubilada, que ya estaría cobrando, se llevaría unos 2.400 euros al mes, como senadora se va a llevar 7.000 eurazos a la cuenta bancaria. Sin necesidad de sobres feos, que para eso ya están otros del PP. Los tránsfugas no se van porque son del trinque económico. Que no vengan con milongas baratas de que el escaño es suyo. Claro. Eso ya lo sabemos todos. Como también sabemos todos que lo que les interesa es vivir de nuestros impuestos. Que cuando hablan que han venido a regenerar esto, es para echarse a la gasolinera a poner más de la cuenta. A viajar a costa de nosotros, porque no tienen cojones de pagarse sus viajes con la pasta que ganan. Porque 7.000 euros al mes, en Madrid o en Alicante, ningún tránsfuga los ganaría en el mercado laboral. Son todos iguales. Les importa una mierda que la gente esté abocada a pedir en las parroquias o en Cruz Roja. Porque ellos han venido a cambiar la política. Y como son tan buenos se quedan. Que hacen tantos sacrificios que renunciar al pastizal ese, solo sería reconocer la culpa.

No, queridos tránsfugas. Sois culpables desde el minuto cero. La próxima ley que hay que aprobar en el Parlamento es que el que se va, o es expulsado de su partido, deja de cobrar de su cargo. Que se quede con su cargo, bien. A ver lo que duraba su discurso baratero de regeneración.

Mientras haya gente arrojada en la calle en el mismo Madrid donde conviven desahuciados y tránsfugas, la política será necesaria para cambiar esto. O para decirles que se pueden llevar el dinero pero que son unos jetas. Devolved la pasta y el escaño. Sencillo, rufianes.