En su reciente discurso sobre el Estado de la Unión Europea por el presidente de la Comisión Europea, Jean-Claude Juncker, manifestó que «nuestra UE está, por lo menos en parte, en una crisis existencial». En otras circunstancias esta frase habría provocado muchos comentarios, reflexiones, polémicas, pero las agendas están llenas de problemas a los que no se encuentran soluciones. A la UE la atropelló la crisis que se originó en los Estados Unidos, por su parte la globalización la estaba acorralando, y como Europa está en el mundo, no es una isla, la guerra de Siria la tiene entre la espalda y la pared; conviene recordar que tanto Alemania como Francia no apoyaron la segunda invasión de Irak y se sigue pagando las terribles consecuencias de aquel disparate.

Por si faltaba algo el Reino Unido decide abandonar la UE, algo previsible y no se diseñó una respuesta. En realidad nunca Londres estuvo plenamente integrado. Ya hace 50 años el presidente francés Charles de Gaulle decía que el Reino Unido era un caballo de Troya enviado por los Estados Unidos. M. Thatcher no se cansaba de viajar a Bruselas al grito de «¡quiero que me devuelvan mi dinero!». Pero lo más grave, lo «existencial», es el miedo que recorre el continente y provoca que lo peor que vive en la sociedad, en los humanos, emerja a la superficie.

Se dice que Europa es vieja y no es cierto si la comparamos a otras civilizaciones como la egipcia o la china. En todo caso está envejeciendo y tiene que adaptarse ante esta nueva situación. Si se mira de donde viene en el siglo veinte dos guerras mundiales atroces de las cuales se recuperó. En 1951 se constituyó la Comunidad Europea del Carbón y del Acero, franceses y alemanes decidían evitar una tercera guerra devastadora. Seis años después en Roma se constituyó la Comunidad Económica Europea (CEE). Logró recuperarse de entre las ruinas y se inventó un Estado del Bienestar, posibilitando que hubiera menos desigualdad. Y hoy este es un talón de Aquiles, se pretende salir de la crisis al precio de empobrecer a gran parte de la población. Sí, esto tiene que ver con la existencia.

Un acontecimiento pone de manifiesto la vitalidad que existe a pesar de todo en Europa y en este caso en España. Dos niñas y un niño, tienen catorce años, se oponen a las reválidas y consiguen más de 240.000 firmas, 240.000 los apoya con su firma y se trasladan en un autobús, viven en Cádiz, y en Madrid se reúnen con el ministro de Educación y le explican lo que piensan. Por supuesto, no coincidieron. Un amigo me comenta, son de Cádiz, sede de la Constitución de 1812, algo tendrá que ver.