¿Qué tiene un timo como el de los triles -uno de los trucos más antiguos que existen- para que mantenga su buena salud? Está claro que lo que le otorga su poder de seducción no son los propios movimientos, sino la psicología del timo, la inquietante forma en la que el timador aguijonea nuestras inseguridades y adula nuestra inteligencia, espolea nuestra avaricia y nubla nuestro juicio, inflando nuestra confianza y elevando al tiempo nuestras expectativas.

Esta habilidad, por supuesto, no es más típica de, pongamos por caso, Benidorm, de Canal Street que de Wall Street, las calles de referencia neoyorkinas. La vemos asomar en televisión, en los centros comerciales, en las tiendas de coches de segunda mano, en Washington y en las campañas electorales. Es la misma forma de prestidigitación psicológica -la publicidad engañosa, los rumores falsos o darte mal el cambio- que se emplea para inflar artificialmente los valores de la bolsa, esconder la deuda de los accionistas, vender guerras al Congreso y convencer a los consumidores de que sus vidas necesitan cosas como el Thigh Masters (el aparatito para fortalecer los muslos) o una consulta a un adivino telefónico, y de que los Choco Krispies realmente son parte de un desayuno nutritivo.

«Para todo aquello que deseamos, sea lo que sea, existe un timo», afirma Weisman, un experto en fraude bursátil y robo de identidad, que ha estudiado todo este tipo de estafas, desde los robos de bancos a los esquemas Ponzi o timo piramidal (casos Mafinsa y Madoff) y el fraude hipotecario. Pero ya se trate de timos de poca monta o de fraudes de grandes empresas, casi todos los esquemas de estafa comparten ciertos elementos universales: «El artista del timo apela a nuestro deseo de encontrar una solución rápida y fácil para los problemas de nuestra vida. Azuzan nuestra avaricia y a veces explotan ese pequeño rincón deshonesto que todo el mundo tiene. Y cuando las personas se vuelven avariciosas, se convierten también manipulables».

Creo que Weisman retrata muy bien el timo de la política; en las campañas electorales los políticos nos ofrecen soluciones rápidas y fáciles; sus promesas de bienestar nos convierten en adeptos y en manipulables, en personas de fe dispuestas a perdonar todos los chanchullos que ellos están dispuestos a cometer. Nos esconden sus auténticas intenciones, nos mienten sobre sus auténticos intereses y nos engatusan con su lógica perversa haciéndonos creer que tenemos controlados sus acciones y sus propósitos, que trabajan por nuestros intereses.

Al final siempre ganan los mismos y siempre perdemos nosotros; ¿no suena esto al juego de los trileros? No estoy apostando por dar la espalda a la política, a abstenernos en las urnas y pasar de los políticos, sino buscar a aquellos que aun sean honestos, que no estén dispuestos a engañarnos.

Sé que no es fácil, pero es la única solución, nuestra única solución.