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La independencia no es un paraíso

Independizarse era sencillo: se votaba, se decidía y se alcanzaba el paraíso (o el orgasmo). Después han venido las rebajas porque independizarse, como el divorcio, es cosa de dos. No te puedes independizar solo, sino que tienes que hacerlo ante/bajo/cabe/con/contra otro (u otra). Y ahí surgen problemas. Primero, saber si es de mutuo acuerdo o a las malas. Después, en cualquier caso, mediante cuál de los muchos procedimientos, leyes, normas y supuestos disponibles. Encima, teniendo en cuenta qué puede estar pretendiendo la contraparte que, si te descuidas, puede tener su agenda oculta. Y, para rematarlo, percatándote de que no es cierto eso de que independizarse es cosa de dos. Es de muchos más. Si ya en el divorcio cuentan hijos, parientes, amigos y socios, no te digo si de lo que se trata es de independizarse políticamente. Es el caso de Hong Kong si se «desindependiza» y, sobre todo, el del «Brexit», incluyendo ese toque de atención de 15 páginas que el gobierno japonés ha entregado al británico a propósito de dicha independencia. Y ahora empiezan a llegar las rebajas.

Los partidarios de la independencia frente a la ineficiente y molestosa Bruselas («Bruselas nos roba», según UKIP) hicieron una campaña de manual: no plantearon en ningún momento los costes de tal eventualidad mientras fomentaban los sentimientos de orgullo nacional, de rechazo a los extranjeros que vienen a robarnos nuestros empleos («British jobs for British people») y abusan de nuestros servicios sociales y sanitarios, y fomentaban el convencimiento anti-socialdemócrata de que el que más tiene es el que más debe tener (nada de compartir en aras de un mínimo de estabilidad). Sentimientos frente a razones.

Obvio: estoy pensando en Cataluña y, antes de seguir, repito lo que allí he dicho en público, a saber, que quisiera que se votara su independencia, pero que, si fuera catalán, votaría radicalmente en contra y por una razón muy sencilla: porque creo que perderían mucho más de lo que podrían ganar. Que sean nación o no, no me preocupa: Qüestió de noms.

Pongámoslo en los términos retóricos en que lo plantean algunos independentistas: el RUI, referéndum unilateral de independencia. Es decir, independencia a las malas y en el sistema más alejado posible del mutuo acuerdo. Irse dando un portazo. Una machada. Sea.

El problema es qué queda al otro lado de la puerta. En el catalán es obvio: la gloria de ser independiente, de que se reconozca que han tenido razón cuando decían «som una nació» y, si son una nación, es de cajón que tienen que tener su Estado. Estado-nación o Estado nacional, por supuesto. Lo malo es que el Estado, el Leviatán, no es solo himnos y banderas. Tiene muchas minucias a las que hay que responder y los informes existentes a favor y en contra no me han acabado de convencer en algunos de sus puntos, por lo menos para los tres primeros años de ese glorioso paraíso orgásmico.

Cataluña tiene un alto porcentaje de jubilados y ancianos (no es lo mismo, pero si van juntos es algo costoso ya que no solo han que afrontar las pensiones de los jubilados sino también el mayor gasto sanitario de los ancianos). A nadie se le escapa que la gestión de la «hucha de las pensiones» española ha sido todo menos un éxito y que sin crecimiento económico y del empleo (son cosas diferentes aunque se nos engañe identificándolas) suficientes, va a haber problemas en muy poco tiempo. Pues bien. Imagine que Cataluña da un portazo: «Adéu siau». El gobierno central puede responder diciendo que cada palo aguante su vela, que «Madrit» ya se organizará como pueda con sus viejos y que Cataluña haga lo propio... pero sin transferirle ni un céntimo de la moneda europea a la nueva moneda catalana (porque estaría por ver que mantuviese el euro). Claro que en poco tiempo (¿tres años?) las arcas catalanas podrían (eso piensan) tener su «hucha» a punto. Pero ¿y mientras?

Funcionarios. A las malas, en la hipótesis del portazo, del «no els tenim por», «Madrit» (siempre con t final) podría responder (eso sí, en castellano, pero traduzco para que lo entiendan los que no sean bilingües): «El que es meu, es meu», y retirada de burócratas, militares, profesores de cuerpos «nacionales» a los que se les daría la opción de irse o quedarse, pero...

No he dicho nada de impuestos. Cierto que para el RUI haría falta una Hacienda propia. Todo ello sin hablar de la UE. A todo esto: España ¿es independiente?¿De Bruselas?

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