Información

Información

Contenido exclusivo para suscriptores digitales

José María Asencio

¿Sánchez no se postula?

Dicen, aunque tal vez no sea verdad y forme parte de la leyenda, que en una ocasión Catón pronunció un discurso demoledor frente a Julio César. Este, a su conclusión, se levantó y lo aplaudió con entusiasmo. Preguntado César por tan extraña conducta contestó que, aunque el orador había sido extremadamente duro, su discurso había sido genial. El culto a la sabiduría, la armonía del lenguaje, arrebató a quien admiraba sobre todo la inteligencia.

Qué lejos estamos ahora de poder escuchar al menos alguna frase, no digo ya un discurso, de estas características. Prima hoy cierta vulgaridad manifestada en consignas tan vacías de verdad, como de elegancia. Y es innecesario y gratuito renunciar a estas virtudes sustituyéndolas por la mentira evidente o por la frase soez y lapidaria, insoportables para la mente y el ánima. La retórica no debería ser repudiada aunque lo que prime sea la captación de la voluntad de los votantes. No es necesario recurrir a la elementalidad para lograr tales objetivos.

Todos sabemos que en la vida política el engaño es moneda común y que, incluso, es considerado virtuoso aquel político que es capaz de mentir con descaro y de cambiar de posición con alegría y desparpajo. No en vano, Tierno Galván, admirado y recordado, sostenía que un político no debe tener principios y si los tiene debe ser capaz de cambiarlos o sustituirlos a su propia conveniencia, cuando no de ocultarlos.

El llamado arte de la política, tan banal como los tiempos que corren por culpa de la consideración de las humanidades como materias improductivas, es en la actualidad accesible a cualquiera, más que en otras épocas en las cuales los que llegaban a lo alto sin formación se esmeraban en disimular su carencia o se rodeaban de asesores con preparación suficiente como para advertirles de sus memeces. Hoy todos buscan a quienes no les pueden hacer sombra, de modo que si el nivel es bajo en las alturas, en los inferiores, inexistente.

Todo esto lo hemos aceptado con resignación y paciencia e incluso les votamos. Qué remedio. Pero, que admitamos esta realidad, insuperable dado el funcionamiento de los partidos, no puede significar que se crean que la ciudadanía ande corta de entendederas y que esté presta y dispuesta a digerir cualquier memez que se le diga. Esa falta de respeto, aunque pueda ser aceptada en el juego político de baja estofa que se practica y aunque ellos lleguen a discutir sobre estupideces a las que dotan de sentido pleno, no es de recibo. Más aún, debe ser calificada de insulto inmerecido a quienes bastante tenemos con soportar sus caprichos e ir a votar casa seis meses, pagando, naturalmente, unos buenos millones de euros, pues tampoco es gratis el esperpento.

Digo esto por la última de Pedro Sánchez y algunos de sus acólitos. Bien está que nadie o casi nadie sepa lo que quiere o que se sepa muy bien, pero nadie esté dispuesto a poner el país en sus manos a la vista de sus aptitudes. Pero, de ahí a que nos trate de imbéciles, hay un trecho que no debería superar, él y sus asesores áureos, cuya vida ha transcurrido, desde el nacimiento, a los pechos del partido.

Mentir es una cosa, pero cuando la mentira es tan evidente, tan frágil la falsedad, el respeto debido a los ciudadanos exige algo más de molestia, de inteligencia, una versión más meditada, con más enjundia, de modo que, aunque no se pueda creer lo dicho, resulte de interés para el intelecto y mantenga la esperanza o al menos la sospecha sobre la capacidad del oferente.

Porque, que diga Pedro Sánchez, que no pretende con los contactos que ha iniciado con todos los partidos ser presidente, que no se postula a nada, es algo tan estúpido, que solo los insensatos pueden asumir como cierto, bastando una simple mirada a sus actos para concluir lo contrario. Pensar que todos van a creer que su conducta solo está movida por la generosidad, es un insulto a la inteligencia y un desprecio a la consideración debida a los ciudadanos.

Porque, es evidente que así fuera, habría forzado un pacto con el PP y C´s, única forma de no postularse como presidente, lo que con tanto afán ansía. Si rechaza esta posibilidad, buscando otras fórmulas, es porque en cualquiera de ellas, con cualquiera, él será el presidente al ser el representante del segundo partido más votado. De cajón, lógico e irrefutable, salvo que nos diga y alguien crea que pretende una alianza con Podemos y el resto de siglas que componen esta coalición y los demás partidos de derecha, izquierda y centro renunciando él y el PSOE a presidirla. Vamos, que estaría dispuesto a ceder la Presidencia a C´s, a Podemos o al PNV.

Que se postule, hasta forzar los mecanismos al máximo, es tan evidente, como legítimo. Pero, es tan forzado y obsesivo que él mismo es consciente de que produce rechazo. Tanto, que actúa de forma contraria a lo que dice. Ocultarlo pensando que engaña es lo intolerable.

Lo último en INF+

Compartir el artículo

stats