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Juan R. Gil

La Volvo y otras menudencias

Alicante le tocó la lotería cuando fue elegida puerto de salida de la Volvo Ocean Race en 2008. Desde entonces, las instituciones tanto de la ciudad como de la provincia han hecho bien poco para merecer ese premio y prácticamente nada para aprovecharlo. A pesar de lo cual, gracias a unas condiciones físicas y de infraestructuras públicas y privadas privilegiadas, y al respaldo decidido de la Generalitat (la de antes y la de ahora) nos han ido cayendo sucesivas ediciones hasta tener garantizadas la próxima y las dos siguientes. Y todo ha sucedido como más nos gusta: quedándonos tranquilamente, nunca mejor dicho, a verlas venir.

Ningún estudio de parte es fiable. Pero si sirve de referencia, el elaborado por la consultora PwC cifró en 247 millones de euros y más de 4.800 puestos de trabajo el impacto de la regata en Alicante en los últimos ocho años. Tratada como una empresa, sería la mayor de Alicante y si la contempláramos como una inversión sería la más importante, pero cuando ya ha empezado la cuenta atrás para la próxima salida, que tendrá lugar en octubre de 2017, lo que significa que la ciudad empezará en breve a recibir personal y visitantes ligados a la prueba o atraídos por ella, aquí de lo que estamos hablando es de si había más ratas en el corazón de la villa con los gobiernos del PP o con el tripartito.

Hacer un repaso a las páginas del periódico de esta última semana, sin necesidad de remontarse más, es un ejercicio desolador. Esquerra Unida -que participa en el gobierno bajo la marca Guanyar- afirma en un comunicado que Alicante no ha estado más limpia jamás. Textual. Si ustedes han visto otra cosa es culpa de la contrata y de los turistas, que se han empeñado en venir en masa (!), sin que el Ayuntamiento o el concejal tengan responsabilidad alguna. En paralelo, asistimos a la enésima -e, igual que todas las anteriores, innecesaria, inmadura, impropia y todos los adjetivos que quieran poner- polémica protagonizada por otro miembro de este grupo, esta vez por hermanar de tapadillo a Alicante con la ciudad de la que su hermana es vicealcaldesa. Sería un chiste o un trabalenguas si no reflejara, aun desde la nimiedad del hecho en sí, la despreocupación y la frivolidad con que ejercen el poder quienes vinieron pregonando a gritos su probidad.

Todo eso sucede mientras Compromís sigue sin hacer honor a su nombre en Alicante y el alcalde continúa dando muestras de que él, por encima de todos los demás, es el que menos comprende la dimensión y la responsabilidad de su alta función. Gabriel Echávarri sigue comportándose como un hooligan que en lugar de dar explicaciones a una vecina que le afea el uso del coche oficial, arremete contra ella con toda la capacidad de amedrentamiento y el eco que le confiere el cargo que ocupa. Si fuera la primera vez que actúa así, aún podría pensarse que el alcalde ha sido víctima de un mal pronto del que pasar página con una simple disculpa a la ciudadana en cuestión, seguida por supuesto de la publicación de los partes de trabajo del chófer del Ayuntamiento en el día de autos -¿no iba esto de transparencia?- con los que dejar patente que el vehículo pagado por los contribuyentes se utiliza siempre para funciones propias del cargo. Pero la lista de compañeros de gobierno y de partido, políticos de todo signo, periodistas, vecinos y hasta aficionados deportivos a los que el alcalde ha zarandeado en las redes sociales es ya tan amplia que, jugando con ese latiguillo que tanto éxito tiene en internet, podría decirse que no eres alicantino si nunca has sido atacado por Echávarri.

Falta un año para que los principales medios de comunicación de todo el mundo difundan la imagen de Alicante como puerto base y de salida de la Regata más antigua y dura que existe, pero el gobierno municipal -con la pasividad de una oposición conformada por dos tránsfugas, una docena de veraneantes y un concejal de guardia- ni es capaz de evitar que le estalle una plaga de ratas a escasos metros de las Casas Consistoriales justo cuando empiezan a formalizarse las reservas, ni tampoco de articular un plan con el que sacarle por fin partido al evento más allá del calendario oficial. Ni siquiera la web oficial del Ayuntamiento, al menos en sus principales pantallas, da cuenta del acontecimiento ni ofrece información útil a quienes desde cualquier parte del globo se interesen por él. Por cierto, la del Patronato de Turismo de la Diputación que gobierna el PP, tampoco.

Alicante es esto. Una ciudad que se proclama turística pero que acaba de presentar un plano como gran logro. ¡Un plano! Que no es capaz de atraer cruceros. Y cuando los atrae, llega tarde a presentar un programa para los cruceristas. Y cuando por fin lo presente, todavía no tendrá claro si el comercio abre o cierra. Que en el mejor verano turístico de la historia no tiene folletos en su monumento más emblemático, el castillo, donde el personal te contesta que no hay presupuesto cuando solicitas uno. Que lleva desde 2008 sin decidir qué hacer con todo el terreno que se ganó al mar precisamente para dar cobertura a la Volvo, espacio que es un desierto, un mercadillo o un botellódromo, depende del día, entre edición y edición, mientras las infraestructuras alrededor se van degradando por la incuria de las administraciones. Conozco a alguien, cuyo nombre no citaré para que el alcalde no le dispare un tuit, que dice que la Estación de Renfe, remodelada con motivo de la llegada hace tres años del AVE a Alicante, es la perfecta definición de lo que somos: en una ciudad a la que el visitante acude pensando en la luz, la estación que lo recibe, la que le ofrece el primer impacto, está teñida de negro y gris. ¿Por qué? Porque alguien tuvo el capricho y el resto otorgó.

El AVE ha traído riqueza, pero toda la acción de las autoridades locales para aprovecharla ha consistido en dificultar el acceso a la Estación. La Euroagencia -antes OAMI y ahora EUIPO- ha traido riqueza, pero toda la acción de las autoridades locales ha consistido en afear su entorno y dificultar su regeneración. Hasta la Ciudad del Cine -no pongan esa cara- pudo traer riqueza, pero toda la acción de las autoridades locales consistió en ignorarla.

Faltan 13 meses para que salga la Volvo. Debería haber un equipo dedicado a ella en el Ayuntamiento y otro en la Diputación. Y un gobierno que se dice de izquierdas como el tripartito tendría que ocuparse no sólo de exprimir económicamente el evento, sino también de paliar los desequilibrios que inevitablemente genera. ¿Algún representante de esta nueva política que iba a poner a las personas en el centro se ha preocupado por aquellos que están empezando ya a tener dificultades para alquilar una vivienda por el alza de precios y el bloqueo de la oferta que se está registrando ante la cercanía de una prueba que mueve a miles de personas? No. El tripartito no está para menudencias.

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