El fiasco montado por el Gobierno de Mariano Rajoy con el fallido nombramiento de José Manuel Soria como director ejecutivo del Banco Mundial (BM) ha demostrado, negro sobre blanco, demasiadas realidades. Cuestiones como la utilización compulsiva de falsedades y engaños por un Gobierno que parece haberlas convertido en seña de identidad incluso estando en funciones; la nula importancia que el Ejecutivo da a la evasión fiscal y a la utilización de mecanismos para evitar el pago de impuestos por parte de dirigentes del PP; el empleo de los puestos de representación internacional como destino de altos cargos quemados por sus escándalos; la falta de respeto a una sociedad que soporta con dureza los efectos de una crisis y de unas políticas austericidas mientras asiste a esta especie de reparto del botín por parte del partido gobernante; sin olvidar la irresponsabilidad de colocar al frente de importantes instituciones internacionales a personas que han tenido actuaciones inmorales y poco éticas que han contado con el rechazo social por haber actuado contra los intereses de nuestra sociedad.

Es evidente que estas y otras muchas cuestiones no cuentan para un Gobierno que vive de espaldas a la calle y a sus responsabilidades institucionales, porque al mismo tiempo todo ello ha añadido descrédito al papel de España ante organismos multilaterales en los que tenemos una escasa representación y donde llevamos años bajo mínimos, desde la extraña renuncia anticipada de Rodrigo Rato al frente del Fondo Monetario Internacional (FMI). Todo ello, cuando tanto el BM como el FMI, instituciones del llamado sistema de Bretton Woods (lugar donde tuvo lugar en el año 1944 la conferencia de Naciones Unidas que aprobó crear estos dos organismos para implantar en el mundo una nueva regulación del sistema monetario y del orden financiero, junto a la reconstrucción a llevar a cabo tras la Segunda Guerra Mundial), llevan años cuestionadas por las fallidas políticas que vienen aplicando así como por los escándalos protagonizados por sus dirigentes.

Llevo años explicando a mis alumnos los orígenes, la evolución y configuración de estas importantes instituciones internacionales y siempre les he insistido en que, aunque con el tiempo hemos ido teniendo más información, es mucho lo que en general se desconoce sobre ellas. Organizaciones como Bretton Woods Project, e investigadores como Eric Toussant, el mayor especialista en el Banco Mundial, junto a Michel Aglietta o Naomi Klein en el Fondo Monetario Internacional, vienen publicando estudios magníficos que nos ayudan a comprender mejor lo que sucede en esas instituciones tan complejas.

Tanto el BM como el FMI forman parte del sistema económico y político surgido tras la Segunda Guerra Mundial y que en muchos aspectos se mantiene prácticamente intacto desde entonces. Cuestiones como el sistema de poder y votación que desde el año 1944 trata de asegurar que Estados Unidos tenga el poder directo sobre estas instituciones, el nombramiento de sus directores que desde su creación asegura que al frente del FMI haya siempre un europeo y en el BM un norteamericano, o las políticas aplicadas, que pasan por apoyar los intereses geopolíticos estadounidenses y la aplicación de los fracasados planes de ajuste que con acierto se han denominado como «Doctrina del Shock», generando un impresionante aumento de la deuda y de la pobreza en los países donde intervienen, son algunos de sus rasgos.

Pero por si todo ello fuera poco, además, las polémicas relacionadas con los altos cargos que dirigen estas instituciones no dejan de sucederse en los últimos años. Así, en el FMI, sus últimos cuatro directores ejecutivos están implicados en procesos judiciales o escándalos de corrupción de distinta naturaleza: Horst Köhler, Rodrigo Rato, Dominique Strauss-Khan y Christine Lagarde. El Banco Mundial no ha tenido mejor suerte, desde que en 2007 su director, Paul Wolfowitz tuviera que dimitir por nepotismo, al haber favorecido a su novia. Su sucesor, Robert Zoellick, procedente del banco Morgan Stanley, fue acusado de haber participado en la creación de fondos especulativos privados cuasidelictivos así como de tratar de comprar votos de países africanos para favorecer los intereses de grandes empresas norteamericanas. Precisamente por ello, Obama quiso que su sucesor, Jim Yong Kim, fuera un especialista intachable en desarrollo, con una dilatada trayectoria como médico y antropólogo.

Comprometido con una mejora de la imagen del Banco Mundial y en elevar los estándares de transparencia y moralidad en una institución tan dañada, su nuevo Director está embarcado en una aparente mejora de la honestidad del trabajo institucional y de sus dirigentes, promoviendo medidas para luchar contra los paraísos fiscales y los flujos financieros ilícitos. Por ello, el nombramiento por el PP de Soria contribuía a dañar y cuestionar más la institución, o, eso sí, a aportar su valioso conocimiento directo sobre el lavado de dinero y la evasión de impuestos, claro.

@carlosgomezgil