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José María Asencio

Un «no» que no es «sí» no es «no»

Preguntado Fernández Miranda en 1972 sobre si apoyaba o rechazaba las asociaciones políticas, vino a contestar que decir sí o no a tal cuestión era una trampa saducea, es decir, una pregunta que introduce la trampa de que cualquier posición adoptada perjudica a quien la expresa. Un no, venía a decir, requiere un sí previo, porque el no es siempre consecuencia de un querer distinto anterior. Igual a la inversa.

No creo que el «no» del PSOE responda a esta disyuntiva o que la negativa sea consecuencia de un «sí» anterior. Porque el rechazo al PP no puede, como hizo Sánchez, justificarse en un «sí» a las obviedades y buenas intenciones que manifestó, al Edén en la tierra que sabe imposible. No es el «no» efecto de un «sí» positivo y general, sino de un «sí» a sí mismo y un «no» a su adversario más directo, Podemos, aunque ambas inclinaciones choquen y no sean compatibles, representando un «no» que proviene de otro «no». Porque el «no» al PP tiene su origen en el «sí» a Sánchez, pero, a la vez, ese «sí» hipotético quiere ser un «no» a Podemos que a la vez significaría un «sí» a Sánchez, pero que se encuentra con un «no» del PSOE. Y ese «no» a Podemos del PSOE tiene un reflejo cada vez más extendido en otros «noes» del interior del PSOE que no dirían «sí» al PP, pero tampoco «no», es decir, no incurrirían en la trampa saducea que supone el posicionarse sin previamente partir de un sólido «sí» o «no». Estos últimos no incurren en el error en el que ha caído su secretario general que no ha meditado esa contradicción o necesidad de que toda negación se fundamente en una afirmación y que abstenerse no exige ese posicionamiento tan expreso. Sánchez, a su vez, quiere dar un «no» a Podemos, pero, a su vez, un «sí» que significaría un «sí» a él mismo. Contradictorio otra vez.

Un «no» siempre debe tener como presupuesto un «sí», de modo que si al «no» le falta ese «sí» posible o concretado, se convierte en un «no» carente de justificación, un mero capricho, rabieta o irresponsabilidad. De ahí que desde el PP no hayan comprendido nunca bien el «no» es «no», qué parte no ha entendido. Lo que no ha entendido el PP, ni muchos ciudadanos es ese «no» huérfano de un «sí» alternativo o causa del efecto negativo. Y de ahí que la prensa haya acuciado a quien sostiene un «no» categórico solamente porque «no», sin origen en una decisión previa positiva que lo fundamente. O al menos, debemos considerar que el «sí» en que se basa el «no» es desconocido, no explicado o simplemente no explicable, aunque también puede ser que no se sepa y el «no» no sea nada en sí mismo más allá de una negación como conducta compulsiva y mediática. Lo no explicable también pudiera ser un «sí», un «sí» a Sánchez porque sí, aunque los ciudadanos le hayan dado un «no» a la vista de sus escuálidos ochenta y cinco diputados y en descenso. Aunque esperen o espere el afectado un mayor «sí» que, aunque no le otorgue el «sí» al PP, le asigne un «no» a Podemos. Y volveremos otra vez, si no lo remedian los que reniegan en el PSOE del «sí» y del «no», a otras elecciones que den el «sí» absoluto a quien sea, un «sí» que sería un «sí» sin cortapisas y sin posibilidades de que los «síes» y los «noes» de nuestra política fueran menos parciales y más compartidos.

El «no» de Sánchez no lo hemos entendido quienes consideramos que todo «no» es un «sí» a algo y que ese algo no es en política una suma de intenciones demasiadas veces negadas por la realidad que exige «síes» para ser constructiva. Quien quiere gobernar debe manifestar sus «síes», no limitarse a los «noes» categóricos. Quedarse en el «no» absoluto, como hace Sánchez, acredita tendencia a la oposición, convicción de ser carne de alternativa durante el tiempo que le quede de vida política. Y sus «síes» no son «síes», sino «noes» a la política que rechaza, carentes de contenido positivo que permanece inexplicado, tal vez porque nunca se ha planteado serenamente que pueda llegar a esa posición afirmativa.

Este galimatías no es sino expresión del «no» es «no» porque no. Y ese «no» en la forma expresada sin su opuesto y constructivo «sí», es incomprensible tras dos elecciones. Porque, cabría esperar de quien se posiciona en el «no», que hubiera elaborado un «sí» y que, a la vista de su incapacidad o imposibilidad, optara por un «sí» o en su caso por la nada, por la abstención. Si no lo hace y no lo puede hacer porque su «sí» no es aceptado en su partido, que no quiere arriesgarlo todo por los íntimos deseos de Sánchez, tendrá que meditar y otros hacerlo en su lugar a la vista de la realidad y del riesgo, si conviene ir hacia donde el «sí» al afectado no parece posible.

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