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Allá por el siglo XIII, un tal Marco Polo recorrió miles de millas por casi todo el orbe entonces conocido, desde Venecia hasta Pekín y el mar de Japón, para llegar a la conclusión de que prácticamente todas las ciudades visitadas se parecían porque todas eran muy sucias. Más que eso. Desbordaban desperdicios, basuras, orines y heces animales y humanas. Todas las urbes del mundo, las que visitó Polo y las que no, tardarían aún siglos en desarrollar un sistema de alcantarillado y limpieza eficaz para eliminar tanta pestilencia. Alicante también, claro. Todavía allá por 1662, cuando concluyeron las obras de la concatedral de San Nicolás para orgullo de todos los alicantinos, es de suponer que el entorno del monumento seguía cercado por las basuras y sus más privilegiados moradores: las ratas. Y se supone también que tan augusto emblema del Renacimiento sólo se libró de aquella tara ya en pleno siglo XX, cuando se forjó un urbanismo más racional y limpio que libró de tan nocivos bichos a un gran número de ciudades. Entre ellas, la nuestra. Así y durante algunas décadas, San Nicolás vivió en una atmósfera más cristalina. Hasta que ahora después de tanto tiempo, de tantas generaciones, las ratas han regresado al entorno del orgulloso edificio: no en balde, Regina, vecina del Casco Antiguo alicantino desde hace 60 años, no había visto nada igual. Andan vecinos y hosteleros indignados mientras el resto del público organiza, entre asqueado y perplejo, expediciones para ver el animado espectáculo casi medieval de familias de roedores deambulando por las calles ante la pasividad del Ayuntamiento, cuyas medidas para evitar tal invasión han fracasado de forma lamentable. La gente puede ir allí a reírse porque para eso es libre. Gabriel Echávarri (alcalde), Víctor Domínguez (edil de Medio Ambiente), Sonia Tirado (Sanidad) y Eva Montesinos (Turismo) también deberían ir allí pero a otra cosa: a resolver de una vez el problema. Y a no moverse hasta lograrlo. Son los responsables de que el corazón de esta ciudad haya retornado a la era medieval de nuestro querido amigo Polo.

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