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Antonio Sempere

Se acabó

Se acabaron los Juegos Olímpicos en abierto. Se acabaron los Juegos Olímpicos emitidos en su integridad, libres de un minuto de publicidad. Todavía no sabemos en qué condiciones veremos los Juegos de Tokio a partir del viernes 24 de julio de 2020. Lo único que parece cierto es que la exclusividad de la televisión pública para con su señal pasó a la historia.

La verdad es que da miedo pensar en lo que puede ocurrir para entonces (los Juegos de Invierno de 2018 ya serán un banco de pruebas para saber lo que nos esperará después).

Imagino cómo podrían ser unos Juegos filtrados por los canales privados y me agota solo visualizarlo. La posibilidad de que se cuelen algunas pruebas, algunas conexiones con lo que sucede en los pabellones, entre toneladas de publicidad y patrocinios, no es nada remota.

Aunque me temo que los Juegos distan mucho de ser la gallina de los huevos de oro para las televisiones. Si nos atenemos a lo sucedido en nuestro país, basta con repasar las audiencias día a día para constatar cómo cualquiera de los partidos de fútbol emitidos esos días en abierto bastaron para duplicar la audiencia lograda por Conexión Río, emitiese el deporte que emitiese.

La audiencia nacional solamente ha respondido con rotundidad ante la oferta del baloncesto y del tenis, tirando hacia arriba las cuotas de pantalla de un modo contundente.

En mi humilde opinión supuso un grave error no programar íntegros en La 2 los dos campeonatos de baloncesto masculino y femenino. Aliviando el peso de las parrillas de La 1 y TDP y garantizándole de este modo un récord mensual de audiencia a La 2, tan necesitado de él.

De no iniciar su proceso de «futbolización», como ha ocurrido en buena medida en su tratamiento informativo, a los Juegos visibles les quedan dos Telediarios.

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