Hace tiempo que deseaba escribir este artículo, porque creo que en la situación de bloqueo institucional en la que nos encontramos, es necesario y justo poner en valor la labor de los funcionarios públicos.

En los últimos meses, son muchas las propuestas políticas que se han plasmado en los diferentes programas electorales incluso en los pactos pos-electorales, y es que el papel lo aguanta todo. Pero, también es verdad que, para ponerlas en práctica, habrá que estudiarlas con detenimiento, porque todas ellas deben ir de la mano de sus correspondientes partidas presupuestarias, de los procedimientos administrativos, de los informes jurídicos y técnicos pertinentes y demás procedimientos, en definitiva, todo debe ir avalado, por la legislación actual. Y aquí es donde entra el funcionario, con su vocación de independencia.

España lleva más de medio año con un Gobierno en funciones, en una situación, como decía, de bloqueo institucional y el horizonte a medio plazo hace prever una situación de inestabilidad política. En esta coyuntura «llega la hora de los funcionarios», son ellos los principales garantes de la estabilidad de España. El barco debe seguir navegando independientemente del capitán y esa es su misión.

Se trata de personas, con mayor o menor grado de responsabilidad dependiendo de su escala, pero sin duda con una gran vocación de servicio público y cuyo fin es facilitar la vida y solventar muchos de los problemas de los ciudadanos de nuestro país, de nuestra Comunidad o de nuestra ciudad. Son los encargados de cuidar de nuestros hijos, de apagar nuestros fuegos, de curarnos cuando enfermamos, de vigilar nuestra seguridad y de otras tantas cuestiones cotidianas. Son los responsables de hacer cumplir la ley, protegen a quien la cumple y sancionan a quien no.

Los funcionarios han aprobado con gran esfuerzo unas oposiciones duras, durísimas diría yo. Oposiciones casi siempre masificadas. Se trata, por tanto, de personal altamente cualificado para las tareas de su puesto de trabajo y no obstante hablamos de la clase trabajadora más denostada, más criticada y con peor imagen del país. No es difícil escuchar: «¡son unos vividores que no hacen nada!»; «¡hay que bajarles el sueldo!», cuando no se oye aquello de «¡son todos unos enchufados!». Suele ser un recurso fácil para resolver los problemas económicos del país, «despidámoslos».

Y es verdad que, como en todos los grandes centros de trabajo siempre hay ovejas negras que marean y estorban la función general y puede que algunos hayan sido enchufados, pero no es justo que algunas actitudes se generalicen y enturbien la gran labor que desarrolla este colectivo.

Otro bulo que es importante desmontar, es el número total de funcionarios que hay. Consultando varias fuentes, como la OIT, o acudiendo a la hemeroteca se puede comprobar que en España no vamos sobrados de funcionarios, aproximadamente un 5% de nuestra población y que estamos a niveles similares a Alemania e Italia y por debajo del porcentaje de Francia (8%), Finlandia (10,6%) o Suecia (12%)

Es por todo esto y tantas cuestiones más, que todos los españoles deberíamos felicitarnos por la profesionalidad de nuestra función pública y reconocerles su gran labor de servicio público, casi siempre silencioso y anónimo, pero imprescindible para el funcionamiento de nuestra sociedad.