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Jorge Fauró

Un 'no' debería ser suficiente

Estamos acostumbrados a no tomarnos demasiado en serio la palabra no. Tanto, que a menudo insistimos en intentar que nuestros próximos cambien de opinión para alinearse con la nuestra o participen de decisiones que nos parecen la octava maravilla y en las que buscamos la complicidad del resto, en la creencia (falsa) de que otros han de ser partícipes de nuestros caprichos y deseos porque no entendemos cómo nadie que no seamos nosotros mismos puede ser tan torpe para negarse a aquello que nos satisface de pleno. Este tira y afloja es habitual en las relaciones humanas y carece de relevancia en la mayoría de ocasiones porque se enmarca en un contexto de intrascendencia social, pero se agrava hasta el límite de lo delictivo si frente a la negativa a nuestros deseos intentamos imponerlos por la vía del sometimiento y la fuerza. Un «no» debería bastar para apartarnos de una situación en la que el interlocutor no quiere plegarse al capricho propio, porque pasar de esa línea representa transgredir las fronteras del respeto y hasta de la Ley. «Mi libertad -recuerdo haber leído a algún grafitero- acaba donde empieza la tuya». Los abusos sexuales, la violencia de género, la violación o el estupro tienen mucho que ver con la vulneración de esa frase entrecomillada. Ignoro en cuántas ocasiones dijo «no» la mujer muerta hallada esta semana en Torrevieja, que acabó sus días tapiada en un cuarto de luces. El autor de su muerte no sólo le arrebató la vida; también la dignidad. Cuando una panda de desalmados no se toma en serio la negativa de una mujer, además de la libertad y el respeto, también le están hurtando la honorabilidad, que es un principio de mínimos. Y todo ello se roba «por mis cojones», «porque sí», «porque vas a hacer lo que yo diga», «porque no entiendo cómo a ti no te apetece». Estos días se ha conocido el contenido de los mensajes telefónicos enviados a los amigotes por uno de estos enemigos del «no», al respecto de la violación en Pamplona de una chica de 18 años durante los sanfermines. La chica dijo no, pero a los cinco miserables que abusaron de ella no les pareció suficiente. «Follándonos a una entre cinco. Puta pasada de viaje. Todo lo que te cuente es poco». Todo lo que va a caerles encima también parece poco. No hay medias tintas. Cuando una mujer dice no es que no.

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