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Alucinando

Así estamos todos los españoles al ver cómo están gestionando el resultado de las urnas nuestros dirigentes políticos. Vayamos por partes. El PP, al que se le llena la boca de decir que sería un disparate ir a unas terceras elecciones, se está dedicando a ver los toros desde la barrera, sin demasiadas prisas, sabedor de que una nueva cita con las urnas arrimaría aún más el ascua a su sardina y que son los otros los que deben estar preocupados ante esta eventualidad. El PSOE, que también dice que no quiere repetición de los comicios, se ha instalado en un no es no que salvo que tenga una estrategia oculta que a la mayoría se nos escapa, dado el número de escaños con que cuenta en el Congreso conduce a que los ciudadanos tengamos que acudir otra vez a las urnas. Podemos directamente se ha ido de vacaciones, traumatizado por ese millón de votos que se dieron a la fuga en junio, y ha llegado a la conclusión de que lo mejor que puede hacer es nada, a la espera, se ve que esa es su estrategia, de que el PSOE se equivoque por activa o por pasiva. Y Ciudadanos, sabedor de que otra confrontación electoral polarizaría más a los votantes, es el único partido que verdaderamente ha movido ficha para propiciar la investidura de Mariano Rajoy, pero su fuerza es la que es y su gesto sólo sirve para apretar un poco las tuercas a PP y PSOE, partidos que parecen más interesados en sembrar para recoger bipartidismo que en sacar a España de la parálisis política en la que se encuentra. Este es el escenario en el que nos encontramos y en el que a todas luces están primando los intereses partidistas, olvidando nuestros líderes políticos que su razón de ser no es su supervivencia sino su disposición para hacer políticas que sean capaces de mejorar la vida de los ciudadanos. Y es en este punto donde casi todos están fallando estrepitosamente porque el mensaje que han lanzado los españoles al conformar con su voto un parlamento tan plural es simple y claro: «Entiéndanse, lleguen a acuerdos y posibiliten una acción de gobierno que sea fruto de la variopinta representación parlamentaria que tenemos». La respuesta de nuestra clase política a este reto no puede ser más decepcionante: «Sólo sabemos gobernar si tenemos mayoría absoluta». Triste y gris contestación que sólo puede tener una salida: cambien la ley electoral, pongan segunda vuelta y dejen a los votantes solucionar lo que ustedes son incapaces de hacer.

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