Información

Información

Contenido exclusivo para suscriptores digitales

Antonio Sempere

En pocas palabras

Antonio Sempere

Por qué no me gustan los Juegos

Me bastó con seguir a tiempo completo la primera jornada para constatar que los Juegos Olímpicos no eran lo mío. Completamente ajeno al mundo del deporte, procedí a la inmersión el 6 de agosto. Como quien se enfrenta a un trabajo de campo en territorio desconocido. Los resultados fueron desalentadores. Sean expuestos por si a alguien le pudiesen interesar.

-Lo que peor llevé y sigo llevando es el «rojigualdismo» a ultranza imperante en los medios de comunicación encargados de relatar el evento. Todos bajo un prisma patriotero-nacionalista que casa muy poco con el mundo globalizado que predicamos con la boca muy pequeña. Por lo visto esto lo hacen todos los países. Pero hablo de aquí. De lo que vi y oí. El otro es el ajeno, el enemigo a batir.

-Me da la impresión de que en los Juegos Olímpicos actuales ha cobrado una relevancia desmesurada el tenis. En este sentido, junto al baloncesto, conforman dos campeonatos que, en paralelo, son los que están dando los mayores réditos en las audiencias. Y el voley playa, cómo no. Dispón de 19 señales para concluir optando por el voley playa. Sin comentarios.

-El seguimiento de los deportistas españoles hasta la extenuación, desde el socorrido participante de tiro con arco hasta ese jinete que ni a la de tres era capaz de saltar los obstáculos que se le cruzan en el camino, generan una enorme frustración. Basta repasar las declaraciones de principios y los reportajes de hace unos días («vamos a conseguir 18 medallas, 20 medallas, 22 medallas») para constatar cómo, pocas horas después, todo es papel mojado.

-Abogo por el goce contemplativo. Pero la rotura de tibia y peroné del pobre Samir Aït Said nos cortó la digestión de la cena. Y a partir de ahí miramos con mucho miedo al resto. Daba la impresión de que cualquier compañero se iba a romper de un momento a otro. A partir de ahí fue imposible seguir disfrutando con las ejecuciones.

-Por cierto, que unos minutos antes de partirse la pierna Samir Aïd Said logró en anillas la misma nota que Arthur Zanetti, las mismas décimas, centésimas y milésimas, por lo que ambos estarían clasificados a la final, quintos. Al tratarse de un deporte cuyas notas dependen de lo que dicten los jueces, a lo largo de este puente festivo veremos cómo el día de la final Zanetti se cuelga una medalla al cuello. A pesar de que en la clasificatoria fue quinto. Es brasileño y juega en casa. No me gustan las notas con jueces de por medio. El sistema es imperfecto.

-Por no hablar del dopaje. El asunto del veto a los deportistas rusos ha sido un sainete. Pero que finalmente uno de los tres miembros del COI que tuvieron la responsabilidad de decidir el veto a los deportistas fuese Juan Antonio Samaranch Jr. es algo que se me escapa. Que este señor hubiera podido colocar el pulgar hacia abajo impidiendo la participación de Aliya Mustafina, Denis Ablyazin o Nicolai Kushenkov es algo que me sobrepasa.

-Hablando de ricos y pobres. Es tremendamente injusto que Néstor Abad y Ray Zapata no pudiesen vivir su jornada de ceremonia inaugural. Competían doce horas después del festín. Pero su participación en los Juegos duró dos horas justas. No entiendo tantas horas de sacrificio (más de 1.200 días de entrenamiento inhumano, más de 200 ejecuciones de cada una de las rutinas) para ni siquiera haber pisado el estadio de Maracaná y disfrutar con unos selfies, que es lo que hacen los chicos de su edad.

-Después de estas horas intensas vuelvo a reivindicar mi elogio a la pereza. Mi pasión por el silencio. Lo alejado que me siento del pan y circo. Y lo cerca del aria Blute nur, de Bach. Ahí encuentro más emoción que en cincuenta horas de Juegos en vena. Por más que las del cuello de Julia Luna vayan a reventarle una noche de estas en la piscina.

Lo último en INF+

Compartir el artículo

stats