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De paradojas está el mundo lleno. En cualquier momento y en cualquier parte. Pongamos la lupa sobre la tercera edición de los Premios Latino, que se desarrollaron en la zona turística de Punta Este, en Uruguay. La distancia entre nuestros husos horarios y los de allí era tan grande que a TVE, una de las cadenas implicadas incondicionalmente en este evento organizado por Egeda, al tener que ofrecerlo en diferido, tenía toda la libertad para elegir el momento adecuado. Una vez liberada de la televisión pública de las cadenas de la emisión en tiempo real, el programador pudo haberse permitido cualquier lujo, ubicando el programa donde se le antojase. Por si fuera poco, el día después de la celebración de la gala era un lunes festivo en cinco comunidades, lo que permitía trabajar con más libertad de movimientos.

Pero ni por esas. Los Premios Platino se emitieron, como era de prever, en la madrugada del lunes al martes. Dicen los audímetros que los sintonizaron 315.000 espectadores, que son los que suman el 6% que veían La 1 a esas horas. Dudo que fuesen tantos. Paradoja sobre paradoja, en el prime time de esa noche se emitió la película de Clint Eastwood Poder absoluto. Encima tendrán la sorna de argumentar que programaron ese título made in USA con tal de dejar subir la audiencia todo lo que pudieron y permitir que al menos el minuto 0 esta gala de los Platino arrancase en alto.

La realidad es que TVE se sumó a la gran fiesta del cine latinoamericano programando como telonera una película estadounidense sobre el presidente de los Estados Unidos, dejando para la madrugada su gala solidaria con los países del otro lado del charco. Por allí pasaron de Boris Izaguirre a Rigoberta Menchú, imaginen la variedad. El premio a la película ganadora salió en antena al filo de las 3 de la madrugada. Era El abrazo de la serpiente, que a duras penas alcanzará ser vista en algunos cines en nuestro país.

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