Información

Información

Contenido exclusivo para suscriptores digitales

Desde mi terraza

Luis De Castro

La correspondecia

Acabo de ver La correspondencia, última película de Giuseppe Tornatore; y me ha parecido una peli fascinante, opinión que no coincide con la crítica, que la ha despachado con un raquítico 6 ó 7 sobre 10. Es ciertoque no alcanza el nivel de otros filmes del director siciliano, especialmente Cinema Paradiso y La mejor oferta, pero su calidad, interesante y complicado guion, magnífica interpretación de los dos principales protagonistas (Jeremy Irons y la guapísima ucraniana Olga Kurylenko, en un trabajo extraordinario) y la original mezcla de historia de «amour fou» expresado a través de la comunicación virtual del ordenador y el teléfono móvil, son incuestionables. Y el Más allá. Esta forma de comunicarse a través de cartas virtuales no deja respiro al espectador, y confirma la categoría de Tornatore como creador y responsable absoluto de la película. Es una muestra más del interesante momento en que se encuentra la cinematografía italiana, que nos ha regalado en los últimos años títulos tan extraordinarios como La gran belleza, entre muchos otros.

Pero la visión de la película me hizo reflexionar sobre el desuso en la sociedad actual de algo tan íntimo como la comunicación epistolar a la usanza clásica: la carta manuscrita. Recuerdo que la gran actriz Julia Gutièrrez Caba me comentaba su obligada sumisión al teléfono móvil, de imprescindible uso para su trabajo, pero lo que a ella le gusta de verdad es escribir cartas. Y si se piensa bien, es cierto que sentarse ante un buen papel blanco con una estilográfica cómoda y de trazo fácil, tiene mucho de dedicación íntima a la persona a quien nos dirigimos; hoy hacemos un uso tan extremo de ese artilugio llamado móvil, sin el que resulta casi imposible salir a la calle salvo que nos impongamos una férrea disciplina, que resulta hasta patético.

En el gimnasio veo a la mayoría de usuarios que, al salir sudorosos de la sala de tortura, lo primero que hacen es abrir la taquilla, sentarse aún con la ropa mojada, y lanzarse como locos al aparatejo en busca de no se sabe qué; un servidor al menos espera hasta salir a la calle para conectar el teléfono, que casi siempre está vacío de llamadas o mensajes. Y también podemos observar a numerosos viandantes absortos en el envío de mensajes a través del whatsapp, a veces con riesgo de estamparse contra una farola. En fin? fruta del tiempo. Pero pocos se sientan a escribir una carta.

Los buzones de las casas se llenan de cartas de los bancos o del «correo no deseado» en forma de publicidad, pero salvo las felicitaciones navideñas o alguna postal de vez en cuándo de algún amigo que te recuerda en sus vacaciones por algún país exótico, nada de nada; hasta el punto que a veces se echa de menos aquellas típicas y tópicas tarjetas con la imagen de la Torre Eiffel o el Coliseo Romano. Y no estaría mal recuperar aquellas costumbres que aunque hoy nos parecen algo pueriles eran una forma de compartir las experiencias del amigo o familiar viajero. Escribir una carta, además de un ritual, supone cierto esfuerzo que el destinatario sabrá valorar; sentarse con la intención de dedicarle un tiempo a alguien que nos interesa o con quien nos une vínculos fuertes; proveerse del sello (¿alguien sabe cuánto cuesta enviar una carta a España o al extranjero? yo, no), salir a la calle y depositarla en un buzón (¿alguien sabe dónde está el buzón más próximo a su domicilio? yo, no) o en la oficina de Correos. Tiene por tanto un verdadero trabajo artesanal que, si se analiza bien, produce un extraño placer. Los avances técnicos no deben desecharse porque son útiles, inmediatos en el caso que nos ocupa, y sin duda facilitan la vida por mucho que en la mayoría de los casos los trivialicemos. Hagan la prueba de aprovechar el descanso veraniego en algún momento de silencio para escribir una carta a alguna persona a la que se estime; verán que encuentran en ello un olvidado placer que el destinatario sin duda agradecerá más que un mensaje de móvil.

La Perla. ... «Enviar una carta es una excelente manera de trasladarse a otra parte sin mover nada, excepto el corazón. (Petronio, escritor y político romano del siglo I)

Lo último en INF+

Compartir el artículo

stats