Ha dejado de ser tabú hablar de las terceras elecciones. En los Cursos de Verano en San Lorenzo de El Escorial no hay «canutazo» a un político en el que siquiera tangencialmente salga a colación el hipotético calendario que nos abocaría a unos nuevos comicios el próximo 27 de noviembre. Aunque casi todos los entrevistados a quienes se coloca una grabadora delante verbalicen su deseo de evitar la convocatoria electoral «a toda costa», da la impresión de que una mayoría pronuncian estas palabras con la boca pequeña.
Y es que a nadie se le escapa que tal y como pinta el mapa del hemiciclo y el pactómetro, aquí al único que le salen las cuentas es al Partido Popular. Al presidente del gobierno en funciones, Mariano Rajoy, digámoslo muy claro, no le importaría en absoluto continuar siéndolo lo que queda de 2016. Con ello completaría una insólita legislatura de cinco años, y lo que es mejor para él, enfrentándose a una cita electoral con muchas más papeletas, nunca mejor dicho, a su favor. De paso, seguiría practicando ese arte que tan bien domina del manejo de los tiempos, consistente en mantenerse quieto, esperar a que escampe, y dejar que los acontecimientos vayan desarrollándose, resolviéndose por sí solos. ¿Quién dijo que la inacción no sirve para nada? Dos elecciones lleva ganadas nuestro presidente con esta estrategia, y si le dan el gusto, arrasará en las terceras.
Cuando parecía que no habría espectadores con una paciencia tan infinita como para continuar presenciando con avidez horas y horas de debate televisivo, resulta que una vez acabados la Eurocopa y los Sanfermines, y mientras llegan los Juegos de Río, la audiencia está dispuesta a vivir con suma atención la actualidad política de las próximas jornadas, en las que se constituirán las nuevas Cortes. Está siendo un julio atípico. Nunca hubo tan alta temperatura política mientras los termómetros marcaban los 40 grados.
