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Juan R. Gil

Alicante, en funciones

l presidente de la Cámara de Comercio, antaño institución de referencia en la defensa de los intereses de Alicante, está en funciones. El de la patronal Coepa, voz decisiva en su día para conseguir que la provincia tuviera unas infraestructuras acordes con su potencial, está en funciones. El de la Fundación CAM, lo que queda de la que fue cuarta caja de ahorros de España, está en funciones. Hasta la Subdelegación del Gobierno está ocupada por un funcionario en funciones, lo que ya es rizar el rizo. Alicante es, cada vez más, una provincia en funciones. Como el Gobierno, pero con peor pronóstico.

Con peor pronóstico por la ausencia de liderazgos. Por el escaso peso de quienes han empezado los movimientos para hacerse con el poder en la Cámara, da igual si se apellidan Palacio, Sala o Regalado. Por el patetismo que esa extraña pareja formada por los empresarios Francisco Gómez y Cristóbal Navarro está imprimiendo a la agonía de Coepa. Por el campo de batalla en que poco a poco se va convirtiendo la Fundación CAM, desbordados los consellers que debían velar por ella (el de Hacienda y el de Transparencia) por ese otro conseller en la sombra que les ha crecido en el Instituto Valenciano de Finanzas, Manuel Illueca.

En el peor momento, Alicante está en funciones. Y no sólo porque la representación organizada de sus agentes económicos esté deshecha. Tampoco los sindicatos de clase están mejor, desde que UGT y CCOO pasaron a articularse en la provincia como meras delegaciones comarcales de Valencia, que es donde residen sus verdaderos centros de acción política. Pero, con todo, lo peor es el estado de los partidos.

El PP -el de más electores y más afiliados de la provincia- no tiene siquiera dirección en la ciudad de Alicante, el municipio que da la medida de su solidez como fuerza política. La última candidata a la Alcaldía -la ahora senadora electa Asunción Sánchez Zaplana- salió huyendo tras perder cuando aún no llevaba seis meses en el Ayuntamiento. Fue la primera, pero no será la única. El presidente provincial del partido -que entró en el PP de la mano de José Joaquín Ripoll, prosperó al lado de Francisco Camps, se alió con Sonia Castedo y llegó a vicepresidente con Alberto Fabra sin dejar ni un día de maniobrar contra todos-; José Císcar, digo, no tiene ahora más aspiración que poner él también tierra de por medio ocupando una secretaría de Estado en Madrid a cambio de no se sabe qué servicios prestados. Y, entre tanto, el responsable de la principal institución que dirige el PP en la Comunidad, el presidente de la Diputación de Alicante, parece a punto de ser sepulcrado, en feliz expresión de uno de sus compañeros de partido. Pillado entre dos trampas mortales -el apetito del tránsfuga Fernando Sepulcre y la ambición de su vicepresidente Carlos Castillo-, César Sánchez corre el riesgo cada día más evidente de que su mandato se mida en términos de lío antes que en materia de gestión.

Situación inaudita. A pesar del espejismo que supuso la recuperación después de 20 años de la presidencia de la Generalitat y de algunas de las alcaldías más importantes, el PSPV tampoco levanta cabeza. Su presidente provincial, David Cerdán, ni siquiera logró entrar en la candidatura municipal del lugar donde reside, tuvo por ello que dejar la Diputación, su escenario natural, encontró cobijo en las Cortes Valencianas y languidece allí, donde le acaban de quitar la portavocía que desempeñaba. La crisis socialista es tal que el president Puig no nombró ningún conseller del PSPV de Alicante en su primer gobierno y que el hombre que encabezó la lista a las Cortes -Julián López Milla- tuvo que repetir como candidato al Congreso por falta de alternativas. El disloque ha llegado al extremo de que el representante de Puig en Alicante no es un cargo del PSPV, sino un conseller de Compromís (Manuel Alcaraz), y que el principal enemigo del president en la provincia no es un dirigente del PP, sino un compañero de partido: el alcalde de Alicante, Gabriel Echávarri. Hay que poner una cosa seguida de la otra y leerlo dos veces para comprender lo inaudito de la situación.

En cuanto a Esquerra Unida, ya no existe. Cuando apenas tenía representación, era una fuerza respetada. Pero cuando ha conseguido incluso gobernar ha sucumbido al sectarismo y la falta de preparación política de quienes formaron sus últimas listas. Descanse en paz.

Lo lamentable es que las llamadas fuerzas emergentes están -al menos en Alicante- aún peor. De Ciudadanos se sabe, por ejemplo, que en la provincia es cualquier cosa menos un partido. Cómo será, que el coordinador lo es a tiempo parcial, ni siquiera está a jornada completa: Emigdio Tormo es piloto comercial, y a la política se dedica entre vuelo y vuelo. C0s no tiene una estrategia, ni una línea, ni se le conoce posicionamiento alguno en ningún asunto de importancia. Lo único coherente que ha hecho en un año ha sido desterrar al Parlamento europeo a la que fue su portavoz en las Cortes, Carolina Punset (la mejor avalista del tránsfuga Sepulcre) y no dejarle volver a pesar de las maniobras que hubo para situarla como cabeza de lista al Congreso desplazando del puesto a la catedrática Marta Martín.

A Compromís le ha caído la maldición de Bart Simpson: después de haber logrado un resultado notable, se ha multiplicado por cero. Natxo Bellido, el portavoz en el Ayuntamiento de Alicante, lleva camino de convertirse en la mayor decepción de la legislatura a base de no tener más objetivo que el de borrarse del mapa. Y el inexplicable eclipse en que ese partido ha entrado es tan grande como para apagar una estrella rutilante como era Mireia Mollà, para la que el Ayuntamiento de Elche se ha convertido en su particular agujero negro. ¿Ustedes saben algo de ella? ¿No? Pues a eso me refiero.

¿Y Podemos? Ah, ¿pero existe Podemos en Alicante? Qué va. No existe. No hay ni dirección, hay una gestora y punto pelota. Eso sí, con tan escaso currículum y ya cuenta en su debe con dos tránsfugas -una en las Cortes Valencianas y otra en el Ayuntamiento de Alicante-, una denuncia por manipulación de asambleas y una ejecutiva destituida. ¿Se puede dar más por menos?

Los alcaldes. Añádanle un alcalde de Alicante políticamente desquiciado. Un alcalde de Elche incapaz de evitar por ahora que su ciudad vuelva a encerrarse en su propio término municipal. Y unos alcaldes de Orihuela, de Elda, de Dénia, de Benidorm, de Torrevieja, de Villena o de San Vicente, por citar los más destacados, también replegados en sus municipios y con la menor proyección y el más bajo protagonismo de la historia. Súmenle todo eso, y entenderán por qué los llamamientos al alicantinismo de bajo vuelo frente a Valencia que hacen los Echávarri y los César Sánchez o el ya mencionado dúo Navarro&Gómez no calan. Porque el problema, por mucho que nos empeñemos, no está fuera, sino en casa. Porque esto hace tiempo que dejó de ser un vergel y se ha ido haciendo desierto. ¿De qué, si no, este calor?

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