Han pasado ya ochenta años del comienzo de la guerra civil y para algunos parece que fue ayer.

El Ayuntamiento alicantino le concede a Indalecio Prieto por unanimidad y en sesión plenaria del 30 de junio de 1936 la medalla de oro de la ciudad por el proyecto de Ciudad Satélite aprobado por iniciativa suya en septiembre de 1933, cuando dejaba la cartera de Obras Públicas, redactado por el arquitecto Pedro Muguruza que hubiera convertido la zona de la Albufereta, cabo de la Huerta y Playa de San Juan en el más avanzado complejo turístico del Mediterráneo.

De momento el 17 de mayo se había inaugurado un nuevo hotel, el Mediterráneo, propiedad de Antonio Pérez Devesa, en primera línea de la Playa de San Juan, ofreciendo para el verano estancias en pensión completa a 15 pesetas por persona y día. A los pocos meses sería requisado y convertido en un orfanato infantil.

El ambiente que se vivía en la capital de España era de enorme tensión y el pistolerismo a manos de ideologías antagónicas se había apropiado de las calles hasta extremos insospechados.

El origen del desencadenamiento de la guerra lo tenemos en el 14 de abril. Ese día se conmemoraba el quinto aniversario de la II República con una parada militar. Al paso de la Guardia Civil un grupo de extremistas profiere insultos y abucheos; el alférez de la Benemérita Anastasio de los Reyes, que iba de paisano, los recriminó y al darse la vuelta recibe un tiro por la espalda que lo mata.

El entierro se convirtió en una batalla campal. La Guardia de Asalto al mando del teniente José del Castillo reprimió a los alborotadores, se produce un tiroteo cruzado y muere el falangista Andrés Sáenz de Heredia, primo de José Antonio Primo de Rivera, mientras el carlista Luis Llaguno es herido grave tras recibir un tiro de pistola propinado, según los testigos, por el propio Castillo que casi es linchado y contra el que juraron venganza que se produciría el 12 de julio cuando salía de su casa. Se pensó en que los autores del crimen serían falangistas o tradicionalistas, decantándose un estudioso del tema como Paul Preston por los primeros y otro, Ian Gibson, por estos últimos.

El teniente Castillo era un famoso izquierdista miembro de la Unión Militar Republicana Antifascista cuyos conmilitones a su vez planearon vengarlo asesinando a los líderes derechistas del momento. José María Gil-Robles se encontraba en Biarritz donde su mujer y su primogénito veraneaban. Pero a José Calvo Sotelo lo encontraron en su casa, lo metieron en un vehículo oficial de la Guardia de Asalto y lo mató de dos tiros en la nuca Luis Cuenca, compañero de José del Castillo en las Milicias Socialistas. Era la madrugada del 13 de julio y lo que pasó a raíz de entonces es de sobra conocido.

Pero volvamos a Alicante donde la tensión del momento parecía mitigada por los veraneantes que llenaban playas y cines al aire libre.

Llegamos al sábado 18 de julio, la prensa, visada por una censura previa, no recoge apenas el levantamiento de Marruecos y tardará tres días en dar noticia del mismo pero destacando que «la rebelión fascista camina hacia su terminación».

El 19, grupos de falangistas venidos de la Vega Baja con intención de liberar a José Antonio, preso en la Prisión Provincial desde el 5 de junio, son esperados por fuerzas de Asalto y carabineros que conocían sus intenciones. Serían detenidos y fusilados 52 de ellos el 12 de septiembre al igual que el gobernador militar, general José García-Aldave, lo fue el 13 de octubre. Este se encontraba al corriente del Alzamiento pero mantuvo, ante el fracaso, una actitud tibia que acabó delatándolo.

Sobre los preparativos descubiertos, nunca ha quedado claro qué tuvo que ver un aparente matrimonio que veraneaba en la Playa de San Juan y cuyos movimientos impropios de unos turistas despertaron sospechas. Iniciada la guerra, abandonaron precipitadamente el hotel dejando en la habitación una maleta y una cartera con abundante documentación sobre el movimiento insurrecto.

La capital lucentina empieza a comprender que algo grave sucede cuando conoce lo ocurrido en Albacete donde tres alicantinos tuvieron mucho que ver: el teniente coronel de la Guardia Civil Fernando Chápuli, leal al bando insurrecto, detiene al gobernador civil Manuel Pomares, fiel a la República como su sucesor José Papí que, derrotado el levantamiento que acabó con Chápuli suicidándose, llevó a cabo en tierras manchegas la llamada «reorganización cívica», trasladando hasta el puerto lucentino a centenares de detenidos que, con las cárceles llenas, fueron encerrados en el vapor Jaime II y el barco platanero Sil que fueron incautados.

Y Alicante sufriría de manera especial aquella guerra donde su crueldad se cebó con personas de ambos bandos.

No lo olvidemos.