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Francisco Esquivel

Lo que se transmite

El día de las elecciones dormí fatal, lógicamente. Me levanté chungo prontísimo y no sabía qué hacer. Puse el canal 24 horas y, de modo inopinado, colocaron en medio del torrente informativo una entrevista reposada con Ricardo Darín que, jugosa ella, disfruté de principio a fin. En la misma contó el estrecho vínculo con su padre, ese tremendo grado de influencia que ejerció sobre él, lo agradecido que le estará de por vida y, dada la inteligencia que le caracteriza, concluyó con lo satisfecho que se halla igualmente de que, con respecto a su hijo, éste haya ido por libre, el patrón no se repita en absoluto y la relación, no obstante, siga siendo más que fructífera. Habló con humildad de su ascenso en el escalafón, de la de papelazos que ha terminado interpretando aunque en principio no estuvieran destinados para él, del estupor interior que todavía le inflige recrear para la pantalla asesinos de uniforme durante la represión militar en su país, del sosiego que le causó contemplar que el vástago era capaz de darle la réplica en su debú teatral a colegas consagrados y, como quien no quiere la cosa, de todo lo que la vida nos ofrece. Me quedé tan satisfecho que, completamente imbécil, se me dibujó una sonrisa hasta que dije: ¡Pero éste no se presenta...!

Al contrario que el seductor porteño, los que encabezan el cartel del elenco que nos representa están convencidos de que el papel no lo ostentan por chamba sino que los afortunados somos nosotros de contar con ellos sobre el escenario. La prueba es que sea cual sea el refrendo obtenido, sea cual sea el grado de insatisfacción que se palpe desde el patio de butacas al gallinero, nunca se cuestionan asimismo. Jamás. Puede que lo aprendieran de sus tutores y que así se lo transmitan a quienes cojan el relevo para que repitan esquemas, dado que vienen haciéndolo de lujo. Lejos queda cierta capacidad de análisis, la exigencia moral, el afán por el trabajo riguroso, el poso ideológico bien cultivado y alguna que otra propuesta motivante. Pero todo no lo vamos a querer.

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