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La ciudad se muere y yo en mi habitación

Hemos venido asistiendo en las tres últimas décadas a una banalización en lo cultural de nuestra ciudad y provincia, y hemos pasado de tener agentes culturales y artísticos de primer orden y con relevancia nacional a estar ausentes en el panorama cultural nacional.

Me gustaría recordar la programación del Aula de Cultura de la Caja, o los programas de la Asociación Independiente de Teatro, el Club de Amigos de la UNESCO, Sociedad de Conciertos, las librerías desaparecidas, la revista Idealidad, y un largo etcétera que cada uno de nosotros podría enriquecer. Carlos Arniches, Gabriel Miró, Azorín, Miguel Hernández, Juan Gil-Albert, Rafael Altamira, Ruperto Chapí, Óscar Esplá, Eusebio Sempere, Arcadio Blasco,? nos miran.

Durante seis años pertenecí a la Junta directiva del Instituto de Arte Contemporáneo, institución nacional que engloba a los integrantes más activos del sector del arte actual en España, promotora del primer Documento de Buenas Prácticas redactado en nuestro país en 2007, destinado a entidades públicas o privadas que desarrollan políticas culturales; y del primer Código Deontológico del sector del arte. De este segundo documento me siento especialmente orgulloso, fuí su promotor, y se trata de un intento de dotarnos a todos los que trabajamos arte actual de unas reglas del juego, organizado por campos de actividad (galeristas, críticos, artistas,?), no fue difícil consensuar qué era correcto y qué no lo era, lo difícil es ponerlo en marcha. Mientras que el Documento de Buenas Prácticas necesitaba de una firma por parte de ayuntamiento, comunidad autónoma o gobierno nacional que se compromete a su aplicación, el Código Deontológico es una decisión personal, es un compromiso con el resto de la comunidad del arte que adopta cada uno en su práctica profesional diaria.

Resulta, voy a decir paradójico, que ciudadanos que desarrollan su actividad en el sector del arte no entiendan y no apliquen el motor de su actividad, «la creación», a su faceta pública/política, y opten por la destrucción como forma de inserción social.

Si somos una ciudad y provincia irrelevante en el panorama nacional a pesar de los casi dos millones de habitantes (1,9 millones de habitantes, quinta provincia a nivel nacional), es claramente por la dinámica de enfrentamiento y destrucción de lo ajeno en la que andamos metidos en los últimos años.

Crear de la nada, todos lo sabemos, es heroico, y asumamos que el nivel en el que se encuentra el arte y la cultura alicantina está más cerca del Cero absoluto que del Punto de ebullición. Años de depauperación del sistema, de cierre de infraestructuras, de imposibilidad de desarrollo empresarial y de pérdida de asociacionismo cultural han desertificado el panorama. Son honrosos y muy alabables los intentos de generación que conocemos, y podemos llamar épicos los pequeños islotes de supervivencia que aún se mantienen, pero que no salen del garaje, y no podemos comparar la actividad de nuestra provincia con Vizcaya (1,1 millones de habitantes), Málaga (1,6 millones de habitantes) o A Coruña (1,1 millones de habitantes).

Si enfocamos nuestro empeño en destruir en lugar de pensar cómo ayudar para consolidar unos cimientos para una estructura que permita construir, haremos buena una predicción que a finales de los años noventa planteé en un proyecto que nunca obtuvo apoyo en Alicante: www.todosputosycamareras.com, en el que planteaba que el monocultivo del turismo haría de esta provincia un erial cultural.

No queremos ver que apostar por invertir en cultura en tiempo de crisis es una opción muy valiente. Conseguir que un euro vaya destinado a un evento cultural es una lucha titánica frente a dedicarlo a poner farolas rococós en paseos marítimos

Ensanchar el sector es conveniente para todos, desviar fondos de lo privado a lo cultural es ahora de prioridad máxima. Se insiste en la cifra de que el 4% del PIB nacional lo genera la cultura, no es del todo cierto, pero el arte, entendido como creación, supone un porcentaje irrisorio. Andamos siempre en una economía de chocolate del loro, queriendo arreglar un problema importante atacando lo más nimio, y siempre de forma egoista.

Creo en el esfuerzo que está realizando Daniel Simón, creo que el tipo de gestión está muy en consonancia con lo que se espera de un consistorio progresista, creo que el esfuerzo por darle transparencia es alabable y esta transparencia que permite conocer no debería ser utilizada para atacar posibles errores. Creo que cada uno de nosotros debe de comprometerse en ayudar a ensanchar los límites del territorio cultural, creo en las capacidades de todos los artistas y agentes culturales alicantinos, y creo que destruir no te proporciona nada y crear te lo da todo.

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