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Libertad para todos

Un año más tarde de perder el control de la mayoría de las instituciones de la provincia y la Comunidad, el PP sigue intentando encontrar su sitio en los gélidos bancos de la oposición. No se siente cómodo después de dos décadas pisando la moqueta del poder. Hay sitios en los que ni siquiera se mueve. Y otros en los que ofrece esa imagen de boxeador sonado que va lanzando golpes a diestro y siniestro sin demasiado orden. Ocurre a veces que entre tanto golpe suelto, hay uno que impacta por casualidad en el objetivo. Y eso es lo que han conseguido los populares con la pugna abierta a raíz del conflicto de la educación concertada. Han introducido en la agenda política de esta campaña un debate de corte ideológico que se presta a poner encima de la mesa decenas de argumentos populistas. Es una batalla que, a lo mejor, no le concede al PP demasiado rédito electoral, pero sí que moviliza a sectores sociales como un ariete para tratar de minar al nuevo gobierno de izquierdas con el conseller Vicent Marzà como blanco de la diana.

El debate ni es tan sencillo ni tan fácil. Y hay que remontarse a tres décadas atrás para entender, en su complejidad, lo que está pasando ahora. Fueron los socialistas con Joan Lerma los que en la década de los 80 extendieron los conciertos educativos en la Comunidad. El modelo autonómico concedió a la Generalitat las competencias en Educación. Pero la red de colegios públicos no sólo era deficiente en instalaciones sino, sobre todo, insuficiente. Concertar colegios era una fórmula para llegar donde la educación pública no tenía ni medios ni tampoco recursos para acceder. Y, sobre todo, la única vía para poder asumir el nivel de autogobierno al que la Comunidad se había comprometido con el Estatuto de Autonomía de 1982 y la Ley Orgánica de Transferencias a Valencia, que nos equiparó a las nacionalidades históricas.

Una anécdota ejemplifica el papel que tenía la concertada frente a la debilidad que lastraba a la pública. A mediados de los 80, las negociaciones entre la Generalitat y uno de los grandes colegios concertados de Benidorm se encallaron. Manuel Catalán Chana, entonces alcalde, se plantó en Valencia y preguntó: «¿Dónde queréis que meta a los mil niños que van a ese centro?». El concierto continuó porque no había en la villa turística colegios públicos para acoger a todo ese volumen de estudiantes. La llegada del PP en 1995, sin embargo, fue un giro total.

Gran parte de los cabezas visibles de la educación concertada en la etapa popular aparecieron identificados con esas siglas. Y, en segundo lugar, la Generalitat dejó de construir centros educativos para ceder esa competencia a Ciegsa, una empresa pública que, con el tiempo, hemos sabido que, en realidad y de acuerdo con las investigaciones policiales, era una «tapadera» para el supuesto reparto de comisiones entre altos cargos y a la financiación del PP hasta acumular un «agujero» de mil millones. Los populares se dedicaron a dar «cariño» a la concertada con decisiones como la elección «a la carta» del colegio que, en la práctica, escondían un sistema educativo de ricos y pobres. No había voluntad de solucionar los problemas de la educación pública para, como hubiera sido lógico, reducir el volumen de conciertos. El objetivo era perpetuar ese modelo de «dos velocidades».

Y con todo eso llegó el cambio en 2015 con el ascenso de la izquierda a la Generalitat. La salida del PP del Consell se cimentó en La mezcla explosiva de la crisis económica con la corrupción. Como suele pasar: las elecciones no las ganó ni Ximo Puig ni Mónica Oltra; las perdieron los populares. Pero una vez en el gobierno, el conseller de Educación no ha engañado a ni uno de sus votantes. Potenciar la educación pública en la Comunidad como piedra angular de su gestión estaba como un punto clave en el programa del «Pacte del Botànic». Y eso tenía que implicar obligatoriamente que continuará habiendo educación concertada allá donde no llegue la pública. Pero que las dos estarán en igualdad de condiciones. Es decir, que cuando no se cumplan unos mínimos en la concertada, el aula se cerrará igual que pasa en un colegio público. La libertad no es que unos pocos hagan lo que quieran sino que todos tengan la oportunidad de tener un futuro.

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