Es la pregunta que todo contratista de bandas de música de cualquier comparsa debería hacerse cuando fuera a ajustarlas, para no llevarse un chasco. El mercado de la música festera es un océano habitado por múltiples especies, que puede deparar peligros insospechados a los navegantes no avisados. Un servidor surcó sus procelosas aguas tiempo ha. Y pudo comprobar la existencia de escualos que te daban una dentellada al menor descuido, como también de peces anodinos e insípidos que aburrían hasta a los osos, pasando, cómo no, por las piezas exquisitas cuya captura era preciada por los paladares más selectos.

He oído cientos de veces -para empezar, en mi comparsa- a festeros quejarse de que en los actos -principalmente las entradas- no se oía la música o se oía mal, o que las bandas contratadas empleaban demasiado tiempo de su actuación en redobles de cajas y timbales. Y después de una atenta observación, llegué a la conclusión de que el único remedio existente para tan extendido mal no era otro que la contratación de agrupaciones musicales de acendrada calidad festera (no es lo mismo tocar en la calle que en un salón de conciertos), que contasen con un número suficiente de músicos como para garantizar un buen sonido en la calle. Pero claro, eso cuesta un dinero grande, y algunas comparsas, que no atraviesan precisamente su mejor momento económico, no están dispuestas a invertir el grueso de su presupuesto en esa partida. Y entonces, encontramos lo que encontramos.

Comparsas que cuentan con «formaciones» de menos de veinte músicos para una entrada. Que contratan a «grupos» en que solo un par de componentes son fijos y el resto «freelances» que no han tenido oportunidad de ensayar ni conjuntarse con el resto de integrantes. Grupos que por esos motivos ofrecen un abanico muy pequeño de composiciones a interpretar. O que, al no haber ensayado, enmascaran su inoperancia en sucesivos e interminables redobles y otras triquiñuelas.

No nos engañemos, una agrupación que salga a la calle con menos de treinta músicos no puede sonar como se espera. Una formación cuyos componentes no se vean periódicamente para ensayar, bajo una batuta competente, las piezas a interpretar en los actos de la Fiesta, no puede desempeñarse con la calidad que requiere un acto mínimamente lucido.

Siempre he mantenido que un signo externo de la buena salud festera de que goza una comparsa radica en la calidad de las agrupaciones musicales que participan en sus actos. De tal modo que, a mayor calidad de las bandas contratadas, mayor salud festera, y al contrario. A veces no queremos entender que la música constituye uno de los ejes de la Fiesta, y que si no está debidamente engrasado, la maquinaria chirría. Una charanga o grupo de doce o quince músicos está muy bien para un pasacalle informal, o para animar una noche de jarana en un cuartelillo. Pero, por ejemplo una entrada, es otra cosa.

¿Verdad que ud. no iría al Dakar con una bici? Así que, paciente lector, si tiene oportunidad, le recomiendo que se tome una cerveza bien fría mientras cierra los ojos sintiendo los sones de una buena marcha mora, cristina o pasodoble, y que se deje llevar por ellos un instante. Luego ábralos; se sentirá como nuevo. La música es un bálsamo que sana el espíritu? si tiene calidad. Feliz día.