El próximo 23 de junio el Reino Unido celebra un referéndum para decidir si permanece o no en la Unión Europea (no en la Unión Monetaria, a la que nunca se incorporó), con las encuestas ligeramente a favor de la permanencia pero con el resultado aún incierto.

Es la segunda vez que lo plantean, tras la consulta realizada en 1975 acerca de su permanencia en la Comunidad Económica Europea, antecesora de la actual Unión Europea. El resultado entonces fue favorable a la permanencia, pero no está nada claro que esa vaya a ser la conclusión actual pese a que los partidarios de la salida no parecen tener definido el día después, más allá de ese concepto genérico y poco útil de que «recuperamos el protagonismo y construimos nuestro futuro», sin duda difícil en un mundo global en el que cada día es más cierto ese viejo aforismo de que «la unión hace la fuerza».

Desde mi convicción de que esa posible salida de la UE sería muy negativa para el Reino Unido, sin duda también tendría impactos negativos para los demás países que formamos la Unión y específicamente para España y para nuestra Comunidad, tanto por las mayores dificultades -y mayores costes- para el intercambio comercial -Reino Unido es el cuarto mercado para la exportación de productos españoles-, las dificultades en el movimiento de personas -desde nuestra Comunidad, especialmente jóvenes muy cualificados en busca de oportunidades laborales que aún no somos capaces de ofrecerles aquí- y, de manera mucho más específica, por el más que probable impacto negativo sobre el turismo británico tanto vacacional como residencial, en nuestra zona.

El consenso de los analistas si se produjera la salida, apunta a una depreciación importante de la libra respecto al euro, lo que podría llevar aparejado el desplome de la demanda vacacional británica en nuestra zona como consecuencia del incremento de precio en libras para el viajero británico, que aunque no fuera inmediata porque una parte muy importante de los viajes de la temporada están contratados desde hace prácticamente un año, el efecto a medio plazo sería probablemente el desplome comentado. Y hablamos de nuestro mayor colectivo de turistas (en 2015 llegaron 15,72 millones de turistas británicos a nuestro país), a mucha distancia del segundo.

El mismo problema ocurriría con el turismo residencial, en el que los británicos son igualmente nuestro primer colectivo de compradores extranjeros, que buscan en nuestro país el sol, la playa, la gastronomía, la cultura? la sanidad, especialmente las personas de edad avanzada que constituyen el núcleo principal de compradores, a un precio razonable. El incremento de precio comentado por depreciación de la libra unido a la más que probable pérdida o reducción de algunos servicios fundamentales para nuestros nuevos vecinos, como la sanidad, podrían inducirles a plantearse alternativas a nuestro país y a nuestra zona.

Hay elementos en la estrategia que podemos controlar y otros que no. Y este, el brexit y sus consecuencias, es uno de esos que no controlamos y para el que debemos tener previstas alternativas de actuación por si se llegara a producir.

Alternativas tanto a nivel de España y de la Comunidad Valenciana -como la negociación rápida con las autoridades británicas de las nuevas condiciones de intercambio de servicios sanitarios, por ejemplo-, como a nivel de destino y de cada uno de los establecimientos que trabajan en el sector turístico.

La búsqueda permanente de alternativas a los turistas que ahora tenemos para asegurar la ocupación de las plazas hoteleras y de otros alojamientos legales, en el caso de que por causas ajenas e incontrolables por nosotros esos viajeros dejaran de visitarnos, es fundamental para mantener nuestra capacidad de competir con garantías en este escenario tan complejo que aún sin el brexit tenemos ante nosotros. Mucho más si el brexit se llegara a confirmar.

Perder una parte relevante de nuestra cuota en turismo es un lujo que no podemos permitirnos, máxime en un sector que ha sido y sigue siendo soporte en la crisis, motor en la recuperación y garantía de futuro.