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Juan R. Gil

Masters de andar por casa

Aunque esta larga y demoledora crisis nos ha dejado ya decenas de piezas de la mejor literatura, dos obras publicadas muchos años antes de que Lehman Brothers señalara el principio del apocalipsis siguen siendo insustituibles para entender ciertos comportamientos. Aquellos Amos del Universo retratados por el malogrado John Kennedy Toole y por Bret Easton Ellis en dos novelas tan distintas, pero tan amargas, como La conjura de los necios o American Psycho no eran sino nuestros propios Amos del Universo; de andar por casa, pero igual de flamencos: unos tipos para los que todo es posible con el dinero de los otros.

Recordaba los dos best seller ayer, mientras mi compañero Pere Rostoll me informaba de lo último sobre el exvicepresidente del Consell Gerardo Camps, que hoy publicamos. Lo último es que, disponiendo la Generalitat de decenas de vehículos de servicio público, con sus correspondientes chóferes, el hoy candidato del PP a diputado alquiló un coche de lujo (pidió un Audi 6, pero tuvo mala suerte y sólo le sirvieron un Mercedes de similar equipamiento), con conductor incluido, para viajar a Madrid, donde sólo trabajó para el erario público dos o tres horitas. Luego asistió a dos actos de partido -pagados por todos nosotros, no por él ni por el PP- y hasta cabe preguntarse qué hizo el coche durante una cuarta jornada en la que el vehículo estuvo en Madrid con el cuenta kilómetros en marcha y su arrendatario en Valencia.

No es lo primero que se publica sobre la liberalidad con la que el responsable de las cuentas de esta comunidad en tiempos de su tocayo Camps tiraba de tarjeta. Pero a mí me parece aún más relevante esto que hoy publicamos, por cuanto retrata perfectamente una época en la que los políticos pensaban, sencillamente, que todo les estaba permitido. Gerardo Camps es uno de los políticos más preparados que he conocido, pero era también un yuppie que no conocía límites. Un Master del Universo, aunque ese universo fuera tan estrecho como el triángulo que tiene por vértices Benidorm, Valencia y Madrid.

A partir de hoy, domingo, los partidos políticos ya no pueden mover sus candidaturas para las elecciones del 26-J. Quiero decir que, a menos que a Gerardo Camps le entre un arrebato de decencia política y renuncie a su puesto en la lista que el PP presenta por Alicante, nadie puede moverlo de ella. La responsabilidad de la conducta despilfarradora que se está conociendo de él, más vergonzosa aún por cuanto algunos de los gastos que están apareciendo en las facturas se contrajeron en lo peor de la crisis, cuando miles de personas quedaban reducidas a la pobreza, es sólo suya. Pero la culpa de que tenga posibilidades de seguir en el machito, como diputado en el Congreso, es única y exclusivamente del PP, que es quien contra todo sentido común lo ha vuelto a incluir en un puesto de salida en su candidatura. No dudo de que los populares obtendrán un resultado más que aceptable en las elecciones venideras, pero con dislates como el de mantener a Gerardo Camps no dude tampoco el PP de que lo hará ofendiendo a todos los electores, incluido a los que les votan. Ya sé que Gerardo Camps es una de las pocas personas que puede contar en primera persona cómo se pagó la reforma de la sede nacional del PP en la calle Génova, esa que investigan los jueces. Pero si es de eso de lo que se trata, de comprar silencios, convendrán conmigo que entonces tiene más razón que un santo el juez que quiere encausar al partido de Rajoy como organización criminal.

Gerardo Camps pertenece, por derecho propio, a eso que los nuevos partidos han denominado la casta. El problema es que los recién llegados, aún no han acabado de santiguarse, y ya están dejando claro que han aprendido de quienes quieren sustituir todo lo peor y no se han quedado con nada de lo bueno.

Digo, por ejemplo, de Ciudadanos. El partido -o lo que sea- que fundó Albert Rivera anda en Alicante de sobresalto en sobresalto. Dirán los lectores, ¿y cuándo no es Pascua? Es verdad: sofocos no han dejado de proporcionar desde el mismo día en que se presentaron al auditorio. El problema es que la cosa va a más, no a menos.

De los seis concejales -nada menos: los mismos que el que manda-, seis, que C's obtuvo en las pasadas elecciones municipales en Alicante sólo se sabe algo cuando su portavoz, José Luis Cifuentes, ejerce de portavoz del alcalde, Gabriel Echávarri. El resto del tiempo es un lánguido amodorramiento; un pasar, bien cobrado. En muchos de los municipios de esta provincia donde C's tiene representación -da igual si hablamos de Elche como de Benidorm- podría aplicarse el mismo patrón. Luego están los que no ganan para disgustos -Torrevieja o El Campello, por no ir más lejos- y, por último, se encuentran aquellos otros donde los concejales de Ciudadanos han decidido que su labor es hacer de oposición a Ciudadanos, caso de Alcoy. En Alcoy, por resumirles, resulta que la dirección de C's ha quitado de la lista al Congreso a una concejal que en las anteriores elecciones iba en ella. La dirección de ese partido asegura que lo ha hecho porque la citada concejal, y bastantes de sus compañeros, no pagan las cuotas con las que sufragar el funcionamiento diario de la organización y los gastos de la campaña. Pero los alcoyanos replican que no sólo no son morosos, sino que lo que hay que investigar es la propia financiación de C's. Acabáramos.

Ya sé que en el trasfondo de esto están las maniobras del exalcalde del PP, Jorge Sedano, hoy portavoz de C's en Alcoy, para ganar espacio y colocar afines, y las del coordinador provincial, Emigdio Tormo, por cerrarle el paso. Pero más allá de ello, es cierto que el conflicto a las puertas de otras elecciones pone el dedo en la llaga de la financiación de las campañas y del control del dinero público. Un torpedo en la línea de flotación de un partido que se presenta como garante de buena administración frente a las viejas corruptelas del PP.

Con Alcoy llueve sobre mojado, porque las dudas sobre la forma en que C's maneja el dinero de los contribuyentes en beneficio propio ya han estallado en la vecina Murcia, donde se cargaron a la cuenta de la Asamblea regional gastos que eran del partido.

Pero quizá no haya que ir hasta Murcia. Probablemente, si C's quiere hacer un verdadero ejercicio de transparencia debería empezar por Alicante, por la Diputación Provincial sin ir más lejos. Es conocido el perfil del único diputado que tiene en la avenida de la Estación C's, Fernando Sepulcre, un hombre al que Dios le vino a ver el día que se recontaron los votos en las juntas electorales y descubrió que al PP, para gobernar, le faltaba un voto: el suyo. A partir de ahí, no ha ocultado para qué está en esto: no ha presentado iniciativas dignas de relieve en un año, ha vuelto locos a partidos y periodistas cambiando por sistema el sentido de su voto siempre para beneficiar al PP, se ha enfrentado a su partido día sí y día también, llegando muchas veces a la descalificación personal. Y al mismo tiempo se ha puesto uno de los sueldos más altos que se pagan en esta Comunidad -entre unas cosas y otras, se levanta seis cifras al año por hacer lo antes descrito, no por trabajar- y se ha apuntado a todos los viajes posibles, hasta ganarse el sobrenombre de Willy Fogg. Pues bien, C's debería adelantarse -antes de que inevitablemente lo hagan otros- a explicar públicamente los gastos que a día de hoy se han cargado a la cuenta de dinero púbico de su grupo, para comprobar que no figura en ellos ninguno personal, que hasta el último céntimo está justificado en pro del servicio público, y no del beneficio de su diputado. Que los contribuyentes, con distintos actores, no pagamos ni coches de alquiler de alto estanding ni reparaciones de coches particulares. Ni restaurantes de lujo, ni fogones de cuñados, ese clásico de la política española. Porque es verdad que Ciudadanos, Sepulcre, en fin, todo esto, se presentan frente a esa casta que encarna Gerardo Camps como savia nueva. Pero viendo cómo se comportan algunos se diría que esa savia nueva viene con hambre atrasada.

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