El majestuoso templo de la Transfiguración de Ibi se quedó pequeño en la misa funeral por Álvaro López Cremades concelebrada por nueve sacerdotes. Un profundo dolor ocupaba cada uno de sus rincones. Junto al féretro, sobre el que lucía una de las camisetas que vistió como capitán de la Selección Valenciana de Pilota, su esposa y dos hijos, sus padres, hermanos y resto de familiares. Abrazados, destrozados. Cerca, los alcaldes de Tibi y de Ibi, acompañados del presidente de la Federació de Pilota y del Director General del Deporte de la Generalitat Valenciana; el seleccionador absoluto, el de promoción y compañeros en la selección y en la Lliga de Llargues, así como directivos de los clubes más destacados. El mundo de la pilota valenciana quiso testimoniar su profundo pesar por la muerte de alguien muy querido.

En su homilía el sacerdote habló del consuelo imposible ante la injusticia de la muerte. «El hombre está programado para la vida, por eso no aceptamos ni entendemos la muerte» dijo. Buscó palabras de consuelo hablando del triunfo sobre ella desde la fe cristiana. «Seguramente», prosiguió, «lo más importante no sea el número de años que transitamos por esta vida, sino la cantidad de amor que somos capaces de derramar. Yo no he visto nunca este templo tan abarrotado como hoy, lo que demuestra que Álvaro ha sido capaz de entregar mucho amor».

Tras el pésame a los familiares, en una agotadora muestra del dolor, salió el féretro del templo, sostenido por sus hermanos. En la puerta, sus alumnos, esos que escuchaban cada día a su querido maestro, lloraban desconsolados. Decenas de personas dedicaron a Álvaro su última ovación, con pasión, con sus ojos orgullosamente bañados en lágrimas. Quisieron despedirle de la misma manera que cuando con los mismos ojos de incontenible alegría veían a Álvaro lanzar hacia el cielo la hermosa pelota en las calles valencianas, en las de La Picardia, Flandes, el Piamonte, las montañas andinas o vascas. ¿Hay deporte más hermoso que aquel que busca con su mirada el cielo? El pasado martes, todos quisieron despedir a Álvaro con una cerrada ovación en su viaje a la eternidad.