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Alicante, 25 de mayo, ciudad bombardeada

Alicante fue durante la guerra civil ciudad de retaguardia; no fue escenario de combates ni enfrentamientos directos, sin embargo, el sufrimiento de la población civil fue tremendo por los bombardeos constantes a que se veía sometida por parte de la aviación fascista italiana, que daba apoyo al bando nacional desde su base en las islas Baleares. Alicante fue la última ciudad que permaneció fiel al legítimo gobierno de la República, y tenía enclaves muy codiciados en términos militares: el puerto era un punto estratégico para el suministro de alimentos, la refinería de la Británica, las fábricas reconvertidas para la producción de armamento, el aeródromo de Rabassa? eran blancos perfectos para las bombas.

En algún momento los objetivos dejaron de ser militares -quizá para minar la moral de las tropas republicanas que empezaban a no poder contener el avance de los sublevados-, y se bombardearon barrios de la ciudad, sin otro objetivo que causar dolor y víctimas. Fue a raíz de los primeros bombardeos, a finales de 1936, que las autoridades municipales empezaron a habilitar refugios antiaéreos para proteger a la población. Esa terrible circunstancia es la responsable de que Alicante sea una de las ciudades europeas con más refugios subterráneos anti-aéreos, contabilizando más de noventa, hoy perfectamente identificados e inventariados y, algunos, en proceso de rehabilitación para ser visitados.

Entre todos los actos de terror perpetrados sobre la población civil durante la guerra destaca uno por su especial crueldad: el bombardeo del Mercado Central de Alicante el 25 de mayo de 1938.

A las 11:15 de la mañana el reloj del mercado se paró cuando la aviación legionaria Savoia-Marchetti, compuesta por nueve bombarderos, descargó noventa bombas sobre la población (mayoritariamente mujeres y menores) que se abastecía de frutas y verduras en la parte trasera del mercado. El número de víctimas fue enorme: en la relación que se conserva en el archivo municipal se contabilizan trescientas noventa y tres. Aquel bombardeo se interpreta como un acto deliberado de poner a prueba una nueva estrategia de guerra que sería utilizada con profusión durante la inminente II Guerra Mundial: el bombardeo sobre la población civil.

Alicante no tiene un Guernica que recuerde aquellos días de horror, a pesar de que las víctimas del mercado central casi triplican las de la población vasca. Pero eso no es lo más doloroso, lo que causa verdadera tristeza es que Alicante no guarda prácticamente memoria de aquello. Muy pocos alicantinos y alicantinas conocen ese episodio de nuestra historia, a pesar de la tenacidad y la perseverancia con que algunas asociaciones como la Comisión Cívica por la Recuperación de la Memoria Histórica han intentado, año tras año, recabar el apoyo de las instituciones para rendir públicamente homenaje a las víctimas y recordar aquella masacre.

Este aniversario será diferente porque, por primera vez, las instituciones local y autonómica promueven los actos de conmemoración, al más alto nivel y con la mayor solemnidad. Se rendirá un homenaje a las víctimas y se recordará la historia tal y como fue.

Parafraseando a Enrique Cerdán Tato, que fuera cronista de la ciudad: «Alicante recuerda y honra a aquellas víctimas de la barbarie. Pero lo hace desde el respeto a la verdad histórica. Lo hace denunciando y condenando la masacre de la aviación fascista italiana, secuaz y mercenaria de aquellos que se levantaron contra la legitimidad del gobierno republicano. Y lo hace así, consciente de que, en democracia, cualquier deliberada ocultación o recurrente olvido de los hechos o de una parte de los hechos, es, cuando menos un temerario despropósito».

La memoria de la guerra civil en Alicante se condensa hoy en el recuerdo de la masacre del Mercado Central, como reconocimiento a unas personas cuyo único delito era tratar de sobrevivir en medio de la dureza de la guerra. En Alicante ocurrieron hechos muy significativos en el contexto de la guerra civil.

Fue un lugar de referencia en el camino del exilio, con el triste final que conocemos: quince mil personas atrapadas en el puerto esperando barcos que nunca llegaron, y que acabaron en campos de concentración o fueron fusiladas. En Alicante murió Miguel Hernández? Hay que recordar, porque hacer memoria es hacer justicia. No es recordar para la revancha, el odio o la confrontación, es hacer memoria para la restitución de la dignidad de las personas que dieron su vida en nuestra ciudad por la defensa de las libertades y de la democracia.

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