Agosto es un mes para el asueto y las vacaciones en el que debería estar prohibido morirse. En realidad, la muerte debería estar siempre prohibida para los poetas. Y, sin embargo, en agosto pasado moría en Madrid Carlos Sahagún, figura destacada de la poesía española del siglo XX, nacido en Onil en 1938.

A mí agosto me atrapa cada año en la paz de La Pau, la casa de campo en la que mis padres crearon su territorio de la amistad y del descanso. Y allí, con la noticia de la muerte de Carlos en la mano, recordé las tertulias al sol cuando nos visitaban Vicente (Ramos) y Manolita, Manuel (Molina) y Maruja, Vicente (Mojica) y Fina, y traían conversación, poesía, libros... amistad. Y recordé especialmente cuando conocimos a Carlos Sahagún y a Marisa, de la mano de Manuel Molina, en uno de esos domingos de paella y conversación.

Recuerdo la impresión que tuve de deslumbramiento ante su palabra, y su silencio. Llegó con un libro de regalo y nos dejó, además, un poema. Mi padre había inaugurado con la casa un libro en blanco en el que pedía a los amigos y visitantes que escribieran algunas palabras. Así lo hizo en esa ocasión y, junto a las palabras de amistad de Vicente y Manuel, guarda el libro un poema de Carlos Sahagún. Un poema manuscrito que escribió de memoria, de un tirón, en un silencio casi de suspiro, y que nos entregó feliz como se hacen los regalos más queridos.

Hacía años que no había vuelto, no ya al poema de Carlos, sino a ninguna otra de las páginas de ese libro familiar. En agosto pasado, en la paz de La Pau, retomé el libro, busqué el poema, lo leí con emoción, y recuperé todos los poemas, y todas las palabras de tantos amigos, y toda la vida contenida en esas páginas hasta entonces casi olvidadas.

Carlos Sahagún dijo en muchas ocasiones que no había escrito poesía después del año 2000. Con esa fecha cerró la edición de Poesías completas (1957-2000) que ha editado recientemente la editorial Renacimiento de Sevilla, y que él mismo dejó corregidas y preparadas para imprimir unas semanas antes de su fallecimiento.

Nada más supe de la aparición de esta obra, la compré y devoré con la curiosidad de quien busca entre las imágenes de un álbum de fotos antiguas alguna en la que poder reconocerse. Y allí estaba, en la página 248, el poema Flujos. Y me reconocí, y reconocí mi casa, a mis padres, sus amigos, la poesía, la amistad.

Al no haberse presentado en Alicante esta importante edición que ha recuperado su obra poética, el IAC Juan Gil-Albert ha querido realizar un acto de homenaje en el cual se dé a conocer esta obra. Para ello se contará con la participación de Enrique Balmaseda Maestu, especialista en la obra de Carlos Sahagún y autor del libro La poesía de Carlos Sahagún que editó el Instituto de Cultura Juan Gil-Albert en 1996. Será hoy, en la Casa Bardín, sede del IAC Juan-Gil Albert, a las 20 horas.