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Frases para la histeria

Son de hace nada, del mes pasado o incluso de mucho antes, pero no me las quito de la cabeza. La primera es la del «puedo prometer y prometo» que quedó asociada al presidente Adolfo Suárez y que un candidato a ídem creyó que, utilizándola, ganaría votos centristas. La relación causa-efecto se deja para el pensamiento mágico del tal candidato o de sus escribidores, aunque igual no tiene quien le escriba. Suponer que con una frase se ganan votos es, cuanto menos, fantasioso.

La siguiente es la de un presidente autonómico, en aparente y sospechable rabieta con sus jefes de Madrid, que no asiste a una comisión de su partido debido, según dice, a su «dedicación» a las gentes de su comunidad autónoma como si su presencia en las listas dependiera de dichas gentes y no de la gente de Madrid (o de complejas negociaciones con la susodicha) o como si la tal «dedicación» fuese ajena al partido de cuyos órganos de dirección forma parte. O no tiene quien le escriba o le escriben desde otros partidos, cosa algo probable, por no exagerar.

Otras más: «trasnochados», «aburridos», «perdedores», «marxistas dogmáticos», «paleocomunistas», «de lenguaje y pensamiento obsoletos», practicantes de la «vieja política» y demás calificativos que los hoy socios dedicaron en su día a los que entonces no se avenían a las (¿aviesas?) intenciones de aquellos. Ahora se abrazan y toman una cerveza electoral ante las cámaras para que se vea lo poco que son practicantes de la «vieja política». De contradicciones también se vive. Son las ventajas de decir lo que a uno se le ocurre según sople el viento. No parece que haya escribidores que aporten un mínimo de coherencia.

Y para completar el entusiasmante panorama, nada como repetir lo de «España va bien» gracias a las «políticas correctas» y recordar que «desde el sectarismo, la negación a hablar, a dialogar y a intentar a acuerdos no se construye absolutamente nada». A fuerza de repetirlo hasta la Comisión Europea se lo acaba creyendo (y aquí sí que hay escribidores cuyos nombres y apellidos se conocen). Que haya estadísticas que no van precisamente en esa dirección, no importa. No hay estadística que, convenientemente torturada, no acabe confesando lo que quiere el torturador. Y las hemerotecas son muy sufridas.

Es un conjunto bastante heterogéneo ya que hay desde frases desafortunadas a intentos desesperados de justificar lo injustificable pasando por la tranquilidad con la que se cambia de opinión o el convencimiento de que no hay mejor manera de hacer creer algo falso que repetirlo hasta la saciedad. Hubo un señor alemán del siglo pasado, ministro de Ilustración Pública o Ilustración del Pueblo (Volksaufklärung según la Wikipedia), que ya lo decía entonces y creó escuela y no precisamente como el maestro Ciruela.

No hay por qué extrañarse. Como no extrañan las exclusiones de unos respecto a otros. Tengo un amigo extranjero, residente en la provincia desde hace años y seguidor interesado de la actualidad del país, que no oculta sus simpatías podemitas. Me comentaba hace poco lo poco aceptable que era el rechazo frontal que manifestaban otros partidos al susodicho. Le contesté que era el mismo que el que mostraba este a las idas y venidas de otros. Desde ese punto de vista, hermosas simetrías y, para histeria de muchos, canto colectivo del «no hay novedad, señora baronesa, no hay novedad, no hay novedad» que se inventó en 1941, traduciendo del francés.

Bueno, sí que hay novedad, afortunadamente, respecto a 1941: la situación política y la económica son bien diferentes. Pero no hay tanta novedad respecto al 20-D. Pregunté en la campaña anterior y en público a quien encabezaba una de las listas electorales por la provincia que qué pensaban sobre las posibles alianzas. Respuesta estándar: «Vamos a ganar y no nos planteamos alianzas». Efectivamente, la frase podría haberla dicho cualquier cabeza de lista de cualquiera de los partidos en liza. Después vino aquella cadena que mostraba al PP responsabilizando del fracaso al PSOE responsabilizando a Podemos responsabilizando a Ciudadanos responsabilizando a Rajoy (no al PP, con lo que la cadena se habría roto). Obsérvese que IU no aparecía y ahora... bueno, ahora aparece con los «unidos», que es otra novedad. La de las posibles alianzas, lo veremos. Y, si no, otra vez el «sainete», según dijo la presidente andaluza, o el «teatrillo», según dijo el ocupante de la Moncloa en funciones. Y eso sí que fue no histórico sino histerizante. Que se lo digan a los que ya no los aguantan.

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