Para ponerme en valor como un columnista que se precie, debería decir que mis influencias primigenias fueron Homero, Séneca y Quevedo, pero antes de soñar siquiera con esos clásicos me metía en la cama con una linterna -«Javier, apaga la luz que mañana tienes que madrugar»- acompañado de Ibáñez y Vázquez. Yo soy hijo de mis padres y de Francisco Ibáñez, ese enorme humorista-sociólogo al que tanto debemos y al que tan mal recompensó en su día Editorial Bruguera. Mortadelo, el Botones Sacarino, Rompetechos y Pepe Gotera y Otilio son los antihéroes, pero a mí me encantaban, y me encantan, las historias costumbristas de la escalera del «13, Rúe del Percebe», retrato extraordinario del «ordinary people» antes de la «Historia de una Escalera» de Buero y de «La Colmena» de CjC (bueno y de «Aquí no hay quien viva», tampoco me voy a volver exquisito).
Lo del Percebe me ha recordado la táctica/estrategia de Rajoy y de P (m) Iglesias (El p.m. les ruego no me lo interpreten en clave elogiadora, ya que admiro al Iglesias original, no me apetece contentarme con sucedáneos de cartón piedra y por eso los diferencio). Estas elecciones han decidido poner cara de tontos, agarrarse a las rocas e impedir que se les lleve el oleaje, o sea, la técnica del percebe.
No es destreza esa del percebe ajena a los riesgos, siempre cabe la posibilidad de que tus barbas no sean suficientemente duras como para aferrarte al acantilado y de repente te veas separado de familia y hogar y cesante de empleo, que no de sueldo. Los percebes llevan desde el 20 de diciembre con el no por respuesta y en su faltriquera un deseo irrefrenable de que los electores les den los votitos de más que les hacen falta: a uno para seguir gobernando y al otro para ser el número uno de la izquierda, que tiene un espejito mágico (o majico, no sé muy bien) que le dice que es el más apuesto y por eso no deja de atusarse la melenita, ya me gustaría a mí. Ahí, bien agarraditos, les importa un bledo el temporal, cada cuál con sus «cadacuales». Si yo pensaba que Rajoy era la inacción, el dejar llover a ver si escampa y «haz como yo no te metas en política» del Caudillo, Iglesias es alumno aventajado en eso de esperar bajo el árbol a que la fruta le caiga madura.
Es curioso lo de los votantes melindrosos, esos que meten la papeleta según su conciencia y que unas veces dan su respaldo a unos y otras a otros, tras ardua reflexión y a veces lectura y comparativa de programas electorales. Ellos se piensan que son muy inteligentes, pero resulta que su voto es el que suele dar la victoria a los que menos les apetece que ganen y por ser «maricomplejines» suelen apoyar por acción o por omisión a quien menos les conviene. Y se lo digo por triste experiencia personal. Ese votante, ora de izquierdas, ora de derechas, es sensible a lo que pasa dentro de los partidos e incapaz de ser leal a una marca y con ello su voto o su abstención son capitalizados por los bloques monolíticos incapaces de votar cosa diferente a la que ya votaron en el pasado.
Estas próximas elecciones tienen además otra característica muy especial: dicen las encuestas que los más penalizados pueden ser el PSOE y C's, justamente los únicos a los que se vio voluntad de pactar y de llegar a acuerdos. Lo que demuestra que mucho echar la charleta de la épica de la Transición y del diálogo, pero a la hora de la verdad los españoles somos resultadistas y si no ganas -aunque hayas bordado el juego- eres un asqueroso perdedor, que ya sabemos que es el mayor adjetivo peyorativo en los países anglosajones al que ahora nos sumamos con entusiasmo. Y en cuanto a lo de llegar a acuerdos, en España somos de los que nos sentamos cinco en una mesa y pedimos cinco cafés diferentes, con lo que los pactos «p'al gato».
Seguramente en cuanto baje el oleaje los percebes se convertirán en cangrejos y con su pinza revivirán ese cartel que tantas tardes de gloria dio al ruedo hispano: Pedro José/Ansar y El Califa. Que por cierto, he visto a Anguita contentísimo y cuando ese señor está contentísimo yo me echo a temblar. Es posible que el fin justifique los medios, pero conozco comunistas de los de verdad que andarán pegando patadas a los muebles y vociferando que han vendido su hoz y su martillo por un plato de lentejas. Todo para pegar la pasada al PSOE, mira que si el espejo ha engañado al Iglesias y encima quedan por detrás? ¿Y si el percebeiro les arranca de la roca y se los sirve templaditos con un albariño bien frío?