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Mariola Sabuco

Algo hay que hacer

Quienes nunca se han dado de bruces con el fallecimiento de una persona cercana por su propia voluntad, no saben la fortuna que tienen. Es un dolor que acompaña de por vida y que el tiempo no apacigua. Al contrario, siempre está ahí la pregunta de ¿cómo no me di cuenta?, la duda de si hubiera podido hacer algo y la culpabilidad incierta de si se influyó en la decisión. Una locura elíptica que comienza y acaba con cada día. No importa la amargura de quienes prosiguen con su vida, sino quienes la pierden. La dura recesión económica está dejando cadáveres en el camino que se esconden debajo de las alfombras de las estadísticas y se comentan quedamente en conversaciones familiares de cocina. Pese a que con cada muerte la sociedad pierde, poco se ha hecho hasta ahora. Ojalá dé resultado el plan del Consell, consciente de la magnitud del problema, para que los médicos, una de las pocas profesiones cuyo prestigio no ha socavado el descrédito de la crisis, detecten los sutiles síntomas en sus saturadas consultas. Sanidad no debe escatimar recursos porque algo hay que hacer.

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