Cada día que pasamos con este modelo injusto de financiación autonómica, son días en los que dejan de ocurrir cosas buenas en nuestra Comunidad. ¿Puedo cuantificarlas? No, no puedo. Pero sí tengo claro que son oportunidades de presente y futuro perdidas, trenes que no cogemos ahora y que, todavía peor, se nos condena a dejar pasar a medio plazo. Posibilidades que se nos escapan de las manos, por ejemplo, en el ámbito educativo, sanitario, en la apuesta por la creación de empleo o en la atención a los sectores de nuestra población en riesgo de exclusión. En definitiva, con este sistema de financiación se frena el impulso de las expectativas y deseos de prosperar individual y colectivamente de unos, mientras otros lo hacen a más velocidad.

Por ello, el movimiento proactivo que conduce el presidente Ximo Puig, animado no sólo por una visión regional o provinciana de la solución, sino también desde una posición transversal que toma a todas las comunidades como merecedoras de una justa financiación, debe ser considerado como una iniciativa de carácter universal para todos los que vivimos en nuestra Comunidad.

A un lado deben quedar aparcados protagonismos políticos, territoriales e identitarios, prevaleciendo el siempre deseable «bien común» que, en su explicación más extendida, nos habla de aquello de lo que se benefician todos los ciudadanos.

Esta es la vía que abre el nuevo Consell en la Comunidad Valenciana, con ambición y valentía, entendiendo que desde las posiciones comunes, desde la visión global y la suma de argumentos, se consiguen gestas con más capacidad para el cambio duradero y compartido.

Voces hay que pregonan que no es momento de reivindicaciones en materia de financiación autonómica ante la evidente interinidad del actual Gobierno de España o ante las incertidumbres que abre el desafío del independentismo catalán. Niego la mayor.

Una, porque aunque lamentablemente seguimos sin formar nuevo Gobierno pasados cuatro meses de las elecciones generales, situando en funciones al actual, hay que recordar que los distintos gobiernos autonómicos se encuentran en plenas funciones de gestión.

Y dos, porque no podemos perder más tiempo en la resolución de un problema que nos sigue restando posibilidades y que, visto desde el prisma de la igualdad que nos confiere la Constitución a todos los territorios, supone una clara discriminación hacia no sólo la Comunidad Valenciana, sino otras que también se sitúan a la cola de la financiación. Y a esto, sumemos los nuevos recortes que a las comunidades se quiere someter por parte de Montoro. Si hay Gobierno pronto, o hemos de esperar unos meses a que llegue, que parte del trabajo ya esté hecho.

Nos alegra que, independientemente del color político de los diferentes gobiernos, esté el presidente Puig dialogando y poniendo en común las dificultades que, de manera compartida, están asfixiando a un nutrido número de comunidades autónomas. Murcia, Baleares, Aragón y Andalucía ya han formado parte de la agenda del jefe del Consell para aunar fuerzas y fortalecer el impulso que este proceso precisa. Y hemos de celebrar la buena sintonía apreciada de los encuentros a día de hoy y que evidencian algo con claridad: el movimiento ha empezado.

No queremos restar oportunidades a ningún territorio; sólo queremos que a nuestra tierra, por población, le llegue la financiación que le corresponde, ni más ni menos. Un nuevo sistema claro, transparente, sin atajos, que supere el statu quo actual desequilibrado e injusto. Ese es el tapiz que tenemos que tejer entre todos, hilado con los colores del sentido común y el principio básico de que nadie es ni más ni menos que nadie.