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El error de Ciudadanos

Hubo un tiempo en esta Comunidad en el que a Unión Valenciana, primero, y al Partido Popular, después, agitar las banderas, los símbolos y el anticatalanismo les inyectaba un rédito electoral que les concedía grandes resultados en las urnas. Muerto el regionalismo de Lizondo y absorbido por el PP el intento de Héctor Villalba de liderar un nacionalismo moderado, el mástil de ese conflicto quedó en manos de los populares. Lo movieron a su antojo sin importar la división social que generaba para apuntalar una hegemonía de veinte años con resultados electorales espectaculares en la provincia de Valencia. Pero llegó el día en el que ese discurso se agotó. El PP lo siguió utilizando en las últimas autonómicas para intentar frenar la alianza de la izquierda y el valencianismo político cuando, en realidad, ese mensaje, como se demostró en los comicios, tenía un impacto social casi residual.

La esencia de ese argumentario la destruyeron los propios dirigentes del PP con la combinación de una gestión de la crisis económica que golpeaba directamente a la gente con más dificultades; y la avalancha de casos de corrupción que se convertían en una enmienda a la totalidad de su gestión. Los populares perdieron la hegemonía de la comunicación. Se quedaron sin un relato de Comunidad que ofrecer como alternativa. Y tardarán mucho tiempo en constuir uno nuevo. Pero además hubo otro elemento que se convirtió en una puntilla para los populares: la evolución social. La Comunidad de 2015 ya no era la de tres décadas atrás. Todo ha cambiado. A los jóvenes ya no se les «asusta» con el espantajo del discurso identitario y anticatalán. Y la prueba fueron los resultados de esos comicios municipales y autonómicos de hace un año: ese voto impulsó la candidatura valencianista de Compromís con Mónica Oltra al frente, propició la entrada de una coalición con nacionalistas en consistorios hasta ahora inaccesibles como Alicante y colocó a Joan Ribó -un valenciano nacido en Cataluña- al frente de la Alcaldía del «cap i casal». Casi nada.

Superados todos esos prejuicios, la realidad se abre paso. Ese viejo discurso ya no tiene ningún efecto sobre los ciudadanos. No le sirvió al PP para cambiar el rumbo de su derrota. Y ni siquiera lo utiliza ya Compromís como arma electoral. Al contrario, los valencianistas se han reinventado: apenas hablan de símbolos para ensanchar su base social con un proyecto de mayorías que utilizó como enganche la etiqueta #RescatemPersones. Ahora Ciudadanos, aspirante a ocupar el trono del PP como alternativa de la derecha, sí ha cogido esa bandera de las señas de identidad convencidos de reproducir en la Comunidad la estrategia que ha convertido a los de Albert Rivera en los referentes del españolismo en Cataluña con una sociedad cada vez más dividida y fracturada. La maniobra de Ciudadanos, que tendrá su punto culminante el próximo día 27 con una insólita concentración a favor de un Estatuto y de una Constitución que desde luego no están en peligro, sólo tiene un «pequeño» problema. Para lo bueno y también para lo malo, a día de hoy, esta Comunidad no es Cataluña. Ese es el «error» de Ciudadanos: recrear un escenario que aquí no existe y que puede que, al final, acabe favoreciendo a los que la formación de Albert Rivera quiere destruir.

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