Desde el principio me lo han parecido, pero los últimos acontecimientos me lo han confirmado. Tras esa breve reunión a tres, PSOE, Ciudadanos e Iglesias (creo que digo bien al citar a Iglesias y no a Podemos), el portavoz socialista Hernando comparecía en rueda de prensa para afirmar que desde el principio tanto Rajoy como Iglesias han buscado las elecciones. Pablo vive muy bien con Mariano. Ni un minuto de atención a la opinión que el equipo negociador de Sánchez pudiera tener sobre las 20 últimas propuestas de la formación morada. Nada, Pablo no quería nada de esa reunión salvo reventar la misma, así entró y salió según señalan muchas fuentes, haciendo del veto a Ciudadanos su excusatio para negarse a cualquier esfuerzo negociador y de cesión tan proclamado. ¿En qué ha cedido el señor Iglesias? ¿En no querer ser vicepresidente? ¡Si eso fue una autoproclamación! Efectivamente, él se autoproclamó ante los suyos, como los emperadores de Roma, y después él personalmente se autoexcluyó. En pocos días se había pasado de sugerir un gobierno «a la valenciana» a la nada.

Tras la reunión, Iglesias llegó tarde a la rueda de prensa donde debía comparecer sobre esta reunión, tanto que hizo enfadar a los periodistas. Hasta el punto de que el maestro Aguilar, el periodista más veterano acreditado en el Congreso y habitual de nuestras crónicas, vio venir la trampa y pensó que en esta, después de tantos trienios, no iba a caer; acto seguido abandonó la sala en señal de protesta, no sin antes dejarle como regalo el libro El arte de ponerse la corbata, en clara alusión al uso de la cortesía que el político debe tener para con los medios de comunicación.

Llegó entonces el turno de Pablo Manuel, con su guardia pretoriana bien dispuesta, el discurso preparado: el PSOE y la socialdemocracia estaba secuestrado, no por unos alienígenas sino por sus socios, nada que poder hacer, nada que poder decir, salvo una consulta a las bases con doble pregunta incluida. Hay consultas, tanto en la política nacional como en la regional como en la local y hasta en la amorosa que diría el maestro, que se pueden hacer para unir o para desunir. Y así nos serviría tanto en un referéndum en Cataluña sobre si desean permanecer o no en España como para este proceso negociador.

Es, efectivamente, como en el matrimonio, donde en sagrado sacramento se pregunta: ¿quiere usted como esposo o esposa? Sin embargo, Iglesias ha optado por la vía del divorcio express y para ello nada mejor que la pregunta: ¿En el caso de que no acepten el pacto PSOE-Podemos-IU-Compromís, debemos abstenernos y facilitar el gobierno del gran centro?

Preguntado por los periodistas de la sala, el gran líder decía que él votaría que no, pero sin querer vincular su futuro, como hubiera sido honrado, a la respuesta que saliera de la consulta. Él mismo había dicho que no en la reunión y ahora pedía la ratificación del mismo. Para completar la consulta, ultimaremos nosotros: ¿Para quién ha estado trabajando todo este tiempo de negociaciones Pablo Iglesias? No podemos extraer otra conclusión que para Mariano Rajoy. Comenzaron como socios para ahora ya es uno del otro la tabla de salvación. Una extraña pareja como aquella que protagonizaron en el cine Jack Lemmon y Walter Matthau. Lo más probable es que vayamos a nuevas elecciones. La pregunta ahora es si pagarán prenda en las urnas los que han forzado el futurible proceso electoral para sacar rédito político. Atentos.