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Crónicas precarias

Limpia, fija y da pescado

Hay mucha gente indignada con las declaraciones de Félix de Azúa -el escritor y académico de la RAE que cree que Ada Colau estaría mejor «sirviendo en un puesto de pescado»-, pero le miras a los ojos y, más que rabia asesina, lo que te da es penilla. En el fondo, no puedes evitar pensar que se trata de un gañán con ínfulas caminando hacia la decadencia. Estaba tan tranquilo en su torre de marfil y se le ha llenado todo de impresentables. Jovenzuelos, activistas, gente tumultuosa que se cuela en el salón y ocupa cargos públicos sin pedirle permiso a él o a sus compañeros de pachanga. Ya no se respeta nada.

Tiene que hacer mucha pupa que, tras décadas ejerciendo de élite cultural, la chusma no solicite tu opinión para cambiar el aire de las instituciones. ¡A ti, con lo que tú has sido! ¡Menudos maleducados! Les regalas toda tu sapiencia y mira cómo te lo agradecen.

Qué mal nos está envejeciendo la generación de intelectuales de la Transición. Se encuentran tan encantados de haberse conocido que no entienden cómo se les escapa el poder entre los dedos. Necesitan desesperadamente que les presten atención, no vaya a ser que pierdan protagonismo o alguien comience a cuestionar su legado.

Quizás por eso cada espumarajo que sale de sus bocas rezuma alcanfor y resentimiento. En algún momento de los últimos 20 años mutaron en señores refunfuñones, soberbios y amargados con la vida moderna, y ahí se han quedado. A ver, esos mequetrefes recién llegados que van en vaqueros que nos expliquen cuántos libros han publicado, de cuántas entidades culturales son miembros de honor, a cuántos museos han asesorado y cuánto cobran por conferencia. Unos mediocres muertos de hambre, eso es lo que son. O como dicen en las telenovelas, unos igualados.

El propio Azúa se retrató al responder a las críticas con un vergonzoso «¿Qué entenderá por misoginia Ada Colau, que apenas tiene estudios?». Primero, porque nos deja claro que misoginia será lo que decidan sus cultivados genitales y, segundo, porque es difícil condensar tanto machismo y clasismo en tan pocas palabras. Ya lo sabes, si no tienes un sillón en la RAE, a fregar. Por desgracia para tipos como él, ya no estamos en 1952 y una pescadera puede organizar su vida como desee sin solicitar el beneplácito de nadie, menos aún del señorito de la casa. Y si quiere llegar a ser alcaldesa, pues adelante, no se va a congelar el infierno. Claro, hablamos del mismo individuo que sentencia sin pudor que «la ideología es para los tontos». Obviamente, ideología es lo que tienen los demás, lo de él es sentido común y sensatez.

En realidad, a mí me parece genial que estos distinguidos caballeros jueguen a ser rancios, pero que lo hagan en la intimidad de su hogar, con su copita de jerez y su purito. A ver qué necesidad tenemos de estar financiando desde las entidades públicas sus desvaríos. Se impone una limpieza general de algunas grimosas instituciones convertidas en santuario de elefantes.

Por otra parte, viendo como pinta el panorama laboral, ya les gustaría a muchos veinteañeros cargados de títulos poder ganarse la vida dignamente vendiendo boquerones y doradas. Así es la gente poco intelectual, siempre empeñada en trabajar para comer.

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