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Antonio Sempere

El ático

Antonio Sempere

500 millones

La Ciudad de la Luz costó 500 millones a las arcas públicas. No los 265 millones que nos habían vendido como un mantra de unos titulares a otros, de una subasta a la siguiente. El complejo de Ciudad de la Luz, entre su construcción, las ayudas públicas allí invertidas para que tuviesen lugar en él rodajes, y varios conceptos más que irán saliendo a medida que se vaya investigando, costó 500 millones de dinero público.

¿Dinero público que sirvió para qué? Cabe preguntarnos tres lustros después del dispendio qué tipo de industria impulsó, vertebró y protegió, qué tipo de cine amparó y catapultó, cómo fue capaz de involucrar a la sociedad civil a lo largo de los años en el proyecto. Las respuestas son demoledoras.

Hubo películas ridículas como Su Majestad Minor de Annaud, que se guardan en el cajón de abajo del trastero para que nadie descubra qué ocurrencias tenía el abuelo. Hubo películas, la mayoría, que no fueron a ninguna parte, hubo películas que se rodaron en el D'Angelo (ay, tenía que salir), hubo películas que se rodaron en Argentina y completaron alguna secuencias en los platós por aquello de la coproducción. Y hubo películas buenas como Lo que sé de Lola de Javier Rebollo y Todas las canciones hablan de mí, de Jonás Trueba, de cuyos autores nunca más se supo por estos lares. Hubiese sido hermoso ver a Jonás en petit comité presentando Los ilusos o Los exiliados románticos. Pero no nos dio la oportunidad. Da la impresión de que, tras la experiencia, no quedaron vínculos. ¿Qué ha quedado, pues?

Además de la deuda, un montón de preguntas sin respuesta.

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