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El 4 de noviembre de 2007 llegó Página 2 a nuestras vidas. Desde entonces cohabitamos felizmente con el que tiene el honor de ser el único formato sobre libros que ofrece la televisión actual. Muchas veces hemos ponderado sus cualidades y glosado sus hallazgos. Permítasenos, pues, aludir, aunque sea por un día, a sus debilidades. Sus fieles seguidores nos sentimos a estas alturas, la verdad sea dicha, un poco cansados de que el programa se pierda en la forma y quede tan escueto en el fondo. Sí, estamos hartos de tanta cortinilla, de tanta modernez, de una fotografía tan cuidada y un acompañamiento musical tan resultón, mientras los contenidos, la almendra, la chicha del asunto se nos escapa cruda.

Para no cansar al espectador, la entrevista al invitado semanal se trocea en tres partes, no sea que las neuronas del respetable puedan estallar caso de tener que permanecer más de cinco minutos pendiente de una conversación seria. Así pues, se intercalan secciones, se da paso a recomendaciones, se ofrecen virguerías de postproducción que ayuden, a toda costa, a que el resultado sea un producto audiovisual de quitarse el sombrero. ¿Pero qué pasa con los escritores? ¿Qué sucede con los libros? Que se sobrevuela sobre sus contenidos con una superficialidad que escasamente puede ir más allá del repaso a los tres o cuatro lugares comunes que permiten las entrevistas-interruptus. ¿Y qué me dicen de la crítica de adaptaciones al cine en un minuto?

Óscar López nos cae muy bien. Y tenemos situado el programa entre nuestros diez preferidos. Pero no deja de ser paradójico que estemos deseando que llegue el 6 de marzo, día del regreso de Sánchez Dragó, con el que sí son posibles las conversaciones sobre filias y fobias literarias, el flujo de ideas y opiniones apasionadas, durante más de cinco minutos seguidos. Qué complicado lo tiene para abrirse paso la televisión cultural en nuestros días.

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