A muchas personas se les llena la boca de agua cuando hablan de que los objetivos que se deben plantear en la sociedad siempre son los dirigidos al «interés general», al interés de todos los ciudadanos, y luego cuando los ves actuar está claro que el enfoque iba dirigido en sentido opuesto, es decir, hacia el «interés particular», habiendo utilizado el mensaje anterior para aparentar un posicionamiento de lealtad hacia los destinos que debe llevar su actividad dirigida al bien común y no al bien particular. Y así lo hemos escuchado en muchas personas que luego han demostrado que lo que les primaba en su conducta diaria era la consecución de objetivos personales, olvidando los colectivos.

Por ello, la pregunta que nos hacemos es si era cierto que en principio aspiraba a conseguir un bien colectivo con su conducta, o el giro de esta hacia el bien particular se desarrolló más tarde. Quizás, la realidad es que confluyan ambas circunstancias, porque quien da un giro hacia el bien particular de modo exclusivo tendría en mente ese fin, sino muy claramente, sí con muy amplias posibilidades de llevarlo a cabo. Porque cuando una persona ocupa un cargo de relevancia pública el único objetivo es el de velar por que la razón de ser de su conducta esté dirigida a mejorar las condiciones de vida de la sociedad, a conseguir por medio de su cargo de responsabilidad mejoras que beneficien al ciudadano y dejando al lado intereses personalistas, o de su propio grupo al que pertenece. Porque si la filosofía de su grupo es distinta a la que se evidencia que puede ser mejor para la colectividad, el buen gestor de lo público es el que mira, sobre todo, al interés de todos o de la mayoría de los ciudadanos, porque el interés general es sinónimo de interés público, interés social, interés colectivo, utilidad social o bien común, y este objetivo está por encima de las propias creencias o filosofía personal de quien debe velar por el interés general, o, incluso, de la del propio grupo al que pertenece.

En cualquier caso, con el llamado teorema de la imposibilidad, Kenneth J. Arrow demuestra la imposibilidad de construir una función de bienestar social a partir de las preferencias individuales de las personas que forman parte de la correspondiente sociedad, y aquí está el error, porque intentar construir el bien social a partir de las creencias personales de lo que uno entiende por interés general desentendiéndose de lo que las evidencias demuestran acerca de lo que la sociedad necesita aboca al más rotundo de los fracasos. Louis Eisenstein, en su obra Las ideologías de la imposición (1983), señala que el interés público significa cosas distintas para personas diferentes, y cada cual lo interpreta a su manera, lo que está en la línea del autor anterior, porque puede que ese interés general sea distinto según lo que cada uno interprete que es este concepto.

Se puede hacer, por ello, mucha filosofía de lo que es el «interés general», pero quien enmascara ese objetivo bajo un real «interés particular», o del propio grupo al que pertenece alterando lo que el propio pueblo quiere o lo que es en verdad el interés general está atentando contra el bien común y lo que busca es su bien personal. Porque a la larga y a la corta, y por muchas nociones filosóficas que queramos aplicar al concepto de interés general este se circunscribe a cosas sencillas, es decir, a que reine la paz en la sociedad, a que toda persona tenga su puesto de trabajo, una vivienda donde residir con su familia, que no existan guerras, odios y rencores entre los humanos, que exista un compromiso colectivo de buscar cosas positivas para la sociedad, que existan conductas de respeto entre todos, que desaparezca la violencia, que no existan conductas violentas y se rechacen a quienes dirigen sus miras a causar el mal a los demás aplicando la legislación proporcional al mal que algunos quieren causar, que se aplique la reeducación para quien comete errores en sus conductas y se les enseñe a llevar un camino de paz y respeto, y, en definitiva, que el objetivo de todos sea el de hacer el bien por encima de las preferencias particulares de cada uno.

El problema gira, en consecuencia, en que quien quiere disfrazar que el bien que pretende es el general, cuando en realidad está persiguiendo el interés particular o de su grupo, aunque ello cause un perjuicio global, está atentando contra el «interés general» que él mismo había asegurado perseguir. Y por mucha retórica que quiera enfocar a su discurso quien actúa bajo estos últimos parámetros no busca que la sociedad arranque, funcione y se resuelvan los problemas que tiene. El «interés general» es un hermoso concepto en el que encuentran acomodo desde las aspiraciones sociales más elementales hasta las más grandes utopías.

Pero también encuentran ahí su acomodo quienes buscan en este objetivo su «interés particular» y ahí radica el principal problema. Que no es poco.