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Trazo fino y no brochazos

La legislatura que arrancó el miércoles será, si al final alguien logra formar Gobierno, de pincelada de trazo fino. Con lo que salió de las urnas, no caben brochazos del tipo líneas rojas, salvo que no se haya entendido lo que decidieron los españoles el 20-D. Paradójicamente, uno de los primeros en dar muestras de no haber captado bien este mensaje ha sido Pablo Iglesias que, con las urnas aún calientes, fio cualquier tipo de entendimiento con otras fuerzas políticas a la convocatoria de un referéndum en Cataluña sobre la independencia. Un muro demasiado alto para que lo franqueen los socialistas y que C's ni se lo plantea. Ya sea porque está obligado por sus compañeros de viaje catalanes o por convicción propia, desentenderse de la aritmética puede acabar pasando factura a Podemos. Me explico. Lo previsible es que Mariano Rajoy no pase el corte y que sea Pedro Sánchez el que le tome el relevo en la tarea de conformar Ejecutivo. En esta tesitura, la condición sine qua non de Iglesias puede acabar siendo un tiro en el pie para Podemos porque ¿qué hará esta formación de nuevo cuño si los socialistas le presentan, algo previsible para sumar apoyos, una oferta de pacto con calado social, con un plan para caminar hacia la España federal y con la derogación de la reforma laboral? Tiene dos salidas: intentar apoyarla y permitir que Sánchez gobierne o rechazarla. Si la respalda, Podemos podría acabar saltando por los aires ante la negativa del sector de Ada Colau a dejarse en el camino la consulta soberanista. Si para evitar esto Iglesias se enroca y fuerza nuevas elecciones, los socialistas acudirían a las urnas con un balón de oxígeno que antes de la famosa línea roja no tenían, porque ¿cómo explicaría Iglesias en esa campaña electoral que ha antepuesto el territorio a las necesidades básicas de los ciudadanos? Lo dicho, no son tiempos para pintores de brocha gorda.

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