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Francisco Esquivel

La ocurrencia

Los Reyes Magos nos han devuelto a Castedo. Se veía venir, francamente. Los prebostes actuales han jugado de tal modo con los belenes, llevándolos de un lado para otro, ninguneándolos en el fondo, que una parte de los protagonistas del Viejo y del Nuevo Testamento se han visto concernidos y, valiéndose de su buena fama, tres de ellos han querido hacer ver que también tienen su corazoncito, para quién lo tienen y para quiénes no. Las tradiciones son así y, el que osa ponerlas en solfa porque para eso ahora mando yo, que no se queje luego.

El tridente municipal lo ha hecho. No sólo eso, sino que ha anunciado la apertura de una investigación puesto que los representantes de la ilusión -festeros, en este caso- utilizaron el coche oficial para acercarse a la casita de la menda lerenda. Hablan ya de uso irregular de fondos públicos y de cosas peores. En su derecho están. Ahora bien, conociendo cómo se la gastan los poncios en curso, lo que da canguis es qué puede ocurrir con la cabalgata de 2017. En cualquier otro caso los designados saldrían de los aparatos de las formaciones en liza pero, tratándose del asunto que se trata, no veo yo a la asamblea de Guanyar votando para elegir al negro, a Compromís abriendo un procés con idea de dar con el Gaspar más identitario o si lo conveniente sería acudir a la plebe de Podemos para pactarlo. Con Melchor, en cambio, qué problema va a haber si Ángel Franco nació con la barba puesta.

Para colar que la que llevó a cabo en feisbuk el acuse de visita es inocente, Rafa Martí, jeque de las fiestas de los barrios, amigo de la ínclita y presunto inductor de la ocurrencia dice que «la sacamos en pijama». ¿No sería el de la foto de la farra con Ortiz? Con lo rápidas que van, es lo único que les falta a las causas pendientes: que tengan que venir sus majestades desde Oriente a declarar.

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