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Cualquier aficionado a la etología animal sabe que los elefantes forman grupos sociales estables en los que el papel alfa lo ocupa una hembra. Yo viví una historia divertida a tal respecto cuando, en el transcurso de un congreso en Sudáfrica, tuve tiempo de visitar un parque digamos natural pero montado a fuerza de trasladar animales a un enclave antes vacío. Resulta que pusieron allí una pareja de elefantes de pocos años que se comportaban como si se tratase de delincuentes juveniles, atacando a la otra fauna sin miramientos. El problema se arregló llevando una hembra adulta que puso orden de inmediato.

Shifra Z. Goldenberg, Iain Douglas-Hamilton y George Wittemyer, miembros todos ellos de la organización Save the Elephants de Kenia, han publicado en la revista Current Biology los resultados de un estudio llevado a cabo a lo largo por Goldenberg y su equipo de investigación, del departamento de Fish, Wildlife, and Conservation Biology, Colorado State University en Fort Collins (Estados Unidos), a lo largo de dieciséis años. Durante ese espacio de tiempo los investigadores siguieron las vicisitudes de grupos de elefantes (Loxodonta africana) observando lo que sucedía en ellos a causa de las matanzas realizadas por los cazadores furtivos. Como los traficantes de colmillos se ceban en los animales de mayor tamaño, las hembras adultas de cada grupo mueren de forma violenta a menudo causando una crisis en la estructura social jerárquica que siguen los elefantes.

El resultado podía calificarse en verdad de catastrófico habida cuenta de que durante el tiempo de estudio cambió hasta el 70% de los individuos de la población. Pues bien, Goldenberg, Hamilton y Wittemyer indican que, pese a ese trastorno, las redes sociales de elefantes permanecieron estables. Los autores comentan en su trabajo que la teoría de redes predice una estabilidad de ese tipo pero mediante modelos matemáticos. Lo novedoso y sorprendente es que se descubra ahora en la naturaleza una confirmación del fenómeno.

En los casos en que sobrevivían hembras adultas, eran ellas las que ocupaban el papel de liderazgo del grupo. Pero con un añadido de gran interés: al poderse identificar la relación madre-hija resultaba que las hijas replicaban la posición social que habían ocupado sus madres en vida, manteniendo la estabilidad de la red. Para ello las hembras más jóvenes interactuaban con otros individuos ajenos a su grupo de origen, acentuando el papel integrador de los intercambios sociales. Goldenberg, Hamilton y Wittemyer sostienen que esa capacidad nueva no obedece tanto a la herencia genética como al aprendizaje; es en realidad el resultado de la jerarquía seguida por los animales mayores y de la generación de vínculos nuevos promovida por las hembras jóvenes. Queda por averiguar la relación que existe entre la estabilidad de las redes y la obtención de recursos. Seguro que es muy alta.

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